Tomás Eloy Martínez. In memoriam

Por Carlos Enrique Orozco

 

 

No tengo duda de que el periodismo está en crisis y el jalisciense no es la excepción a esta tendencia mundial. Sin embargo, también es cierto que una generación de periodistas formados en Guadalajara está haciendo muy buen papel en varios medios de comunicación de los llamados nacionales. El más escuchado puede ser Salvador Camarena porque conduce un noticiero de la W Radio con mucha audiencia; pero también podemos citar a Luis Miguel González, director de El Economista o a Jorge Zepeda, quien hasta hace unos meses aún dirigía El Universal. Rosa Esther Juárez y Luis Petersen son directivos del Grupo Milenio y media docena más trabajan como editores, reporteros o colaboradores free lance en importantes medios. El denominador común de esta brillante generación de periodistas tapatíos es que empezaron su carrera en el periodismo con la fundación del periódico Siglo 21 en 1991. Y lo más relevante es que fueron formados por el periodista y escritor argentino Tomás Eloy Martínez porque ninguno de ellos tenía experiencia de trabajo en un diario. Tomás Eloy falleció el 31 de enero de 2010, y valgan estas líneas como un homenaje a quien dejara una fructífera herencia en la práctica del periodismo en Guadalajara.

Como escribiera Bertrand Russell a propósito de su propia vida, podemos decir que “tres pasiones simples, pero abrumadamente intensas” gobernaron la vida de Tomás Eloy Martínez: el periodismo, la literatura y la enseñanza. “Estas tres pasiones, como grandes vendavales, (lo llevaron) de allá para acá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hacia el borde mismo de la desesperación”. Detrás de sus novelas, sus columnas en diarios o sus talleres para la formación de periodistas en Guadalajara, Cartagena de Indias, Buenos Aires o Nueva Jersey estaba un hombre que tuvo “un compromiso con la palabra a tiempo completo, a vida completa”, como lo dijera el propio Tomás Eloy en una conferencia dictada en 1995.

Tomás Eloy Martínez nació en San Miguel de Tucumán, Argentina, el 16 de julio de 1934. Desde muy joven combinó la reflexión con la práctica cotidiana. Mientras estudiaba la Licenciatura en Literatura Española y Latinoamericana trabajó como reportero y corrector en La Gaceta de Tucumán. Después de graduarse hizo crítica de cine en La Nación y luego en Primera Plana, en donde fue jefe de redacción entre 1962 y 1969. Viajó a Francia para estudiar una Maestría en Literatura en la Universidad de Paris VII y en su regreso a Argentina fue director del semanario Panorama y del suplemento cultural de La Opinión.

Al igual que muchos otros argentinos tuvo que salir de su país por la represión y se exilió en Venezuela en donde vivió ocho años. En la capital fundó El Diario de Caracas (1979) del que fue jefe de redacción. En paralelo a su trabajo periodístico, Martínez escribía novelas como La pasión según Trelew (1974); Lugar común la muerte (1979); La novela de Perón (1985); La mano del amo (1991); Santa Evita (1995); El vuelo de la reina (2002) —ganadora del Premio Internacional de Novela Alfaguara— y Purgatorio (2008). Algunas de sus novelas son una singular mezcla entre el rigor del periodismo y la imaginación creativa de la ficción. Por ejemplo, Santa Evita, la novela que cuenta las peripecias del cadáver de Eva Duarte de Perón, la cual está escrita con los recursos del periodismo para contar una historia de ficción y es tal el dominio del lenguaje de Tomás Eloy, que hay gente que jura los hechos contados en la novela son ciertos. “Una novela es un acto extremo de libertad; no hay ejercicio más libre que la invención de un texto en una página en blanco”, dijo Martínez en la presentación de su novela en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara.

No es gratuito que Ficciones verdaderas sea el título de uno de sus libros de ensayos periodísticos en el que sintetiza con estas dos palabras gran parte de su vida creativa y sufrida. Lo que voy a contar parece ficción, pero fue desgraciadamente verdadero para Tomás Eloy Martínez. Un jueves de invierno de 1992, Stella G. Maychick, una apacible viuda de 74 años, perdió el control de su Oldsmobile gris y se fue en línea recta hacia un grupo de personas que descansaban a la sombra de los árboles en Washington Square, en Nueva York. La anciana dejó en la travesía cuatro cadáveres y siete lisiados, además de diez heridos en estado crítico. Inspirado en ese suceso, Tomás escribió “La señora”, una conmovedora crónica sobre este suceso, publicada en México por la revista Nexos en diciembre de 1992. Nunca imaginó el escritor argentino que ocho años después iba a pasar de cronista a víctima de un suceso similar. Una noche de invierno del año 2000, Tomás caminaba en compañía de su esposa, Susana Rotker, por una calle cercana a su domicilio en Nueva Jersey. Un auto conducido por otra anciana se pasó la luz roja del semáforo y arrolló a la pareja. Como resultado del golpe, Susana cayó al otro lado de la calle y un automóvil pasó sobre ella. Murió poco después en el hospital. Él sólo sufrió golpes diversos, aunque tardó varios años en recuperarse emocionalmente de la tragedia.

Tomás Eloy Martínez pasó los últimos quince años de su vida en Nueva Jersey. Dirigía el Departamento de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Rutgers, pero se daba tiempo para crear novelas, impartir conferencias y cursos y escribir cada quince días textos periodísticos que se publicaban en La Nación, El País y en otros cincuenta diarios en todo el mundo a través del New York Times Sindicate. Conocedor de las múltiples facetas del oficio del periodista y especialmente generoso para trasmitir sus saberes y experiencias, Tomás Eloy Martínez era un maestro excepcional en los talleres de periodismo que impartía por medio de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano o para medios en lo particular como fue el caso del periódico Siglo 21.

En 1991 Tomás Eloy, Susana y su entonces pequeña hija Sol Ana, vivieron unos meses en Guadalajara cuando aquél asesoró el nacimiento del periódico Siglo 21. Desconozco qué tan relevante fue para ellos esta estancia, pero creo que todos los que tomamos el taller de periodismo que impartió como parte del proceso de selección para el nuevo diario, quedamos marcados para siempre en términos periodísticos y literarios por su generosa influencia. Estoy seguro que todos los que estuvimos en esa etapa lo recordamos con mucha gratitud por su sencillez y su enorme generosidad para inculcarnos la pasión por el periodismo. Tengo grabada una imagen de los primeros días de Siglo 21 en que Tomás se pasaba tres o cuatro horas buscando la palabra precisa y del tamaño adecuado para la portada del periódico. “Es nuestra cara de presentación, tenemos que dar la mejor”, nos decía. Cómo extrañamos sus sabios consejos cuando dejó el periódico para regresar a sus actividades habituales. También recuerdo su amable, pero machacona insistencia en que escribiéramos correctamente los nombres de las personas u organizaciones a las que hacíamos referencia en nuestros textos periodísticos: “tenemos el compromiso moral de escribir con corrección los nombres de nuestros entrevistados o informantes, no importa qué tan complicado suenen; es lo menos que podemos hacer”.

El diario Siglo 21 anunció en la portada de su primer ejemplar el 8 de noviembre de 1991: “Desde hoy, Jalisco es diferente”. A casi 20 años de distancia no sé si la frase sea cierta, pero estoy convencido de que el periodismo que tenemos hoy en Jalisco es mejor al que se hacía antes y también que Tomás Eloy Martínez tuvo un papel determinante en este proceso.