Raúl Mora Lomelí SJ: el poeta tartamudo

 Por Perla Araceli Blas Alvarado

 

“Palabra que anhela ser eco, me dije desde muy joven, y eco tartamudo, de la palabra que asumió nuestra condición humana y nos dijo así su mayor secreto; el Padre nos ama y confía en nosotros. Por eso somos capaces de amarnos y confiar en el hermano” -­Raúl Mora (2002)-­

 

Para el padre Raúl Mora SJ (1932-­2010), la esperanza se convirtió en un llamado para seguir a Jesús, y esto lo llevó a tomar sus votos como jesuita en 1949. Fue rector del ITESO de 1970 a 1972 y profesor emérito. Su trayectoria fue extensa y diversa, pues sus estudios y su formación en la Compañía de Jesús le permitieron desenvolverse en varios campos como la teología, la filosofía y la comunicación. Estudió la Licenciatura en Humanidades Clásicas en el Instituto Libre de Literatura, la Licenciatura en Filosofía en el Instituto Libre de Filosofía y Ciencias de México, así como Teología en la Universidad Gregoriana en Roma y el Doctorado en Letras por la Sorbona de París.

Cuando estaba estudiando su doctorado, Francia ardía en una gran huelga encabezada por grupos estudiantiles, en lo que se conoció como “mayo del 68”. “Esa época me es muy significativa. La muerte de mi papá, acaecida el 17 de mayo de 1968, me sacó de la huelga universitaria”, relata Raúl Mora en su libro Tras el símbolo literario, publicado en el año 2002, el cual reúne reflexiones sobre la dinámica del símbolo y su didáctica de interpretación. Bernardo Masini Aguilera, profesor del Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO, comenta que Raúl regresó de París enriquecido por la discusión sobre el análisis literario que estaba en boga en las universidades del Viejo Continente. El afán de Roland Barthes por entrecruzar el estudio de las obras literarias con el estructuralismo encontró en el sacerdote jesuita a un entusiasta.

Además de ser un gran estudiante y lector, Raúl también cultivó una larga trayectoria en el campo de la educación. Cuentan que uno de sus trabajos más destacados lo hizo junto con el padre Pedro Arrupe SJ, pues se dedicaron a pensar en los cambios que la misión ignaciana necesitaba para armonizarse con las nuevas realidades. Fue así que se establecieron las Orientaciones Fundamentales como parte de la formación de los universitarios: la inspiración cristiana, la pedagogía universitaria surgida de la experiencia ignaciana y el compromiso social.

Por otro lado, Raúl Mora tuvo la oportunidad de viajar y de impartir clases de teología y filosofía en diferentes centros educativos que forman parte de la Red de Universidades Jesuitas de América Latina, como la Universidad Centroamericana José Simeón y Cañas de El Salvador, la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, así como en la Universidad Centroamericana de Managua en Nicaragua. “Él se encargó de divulgar las propuestas metodológicas de Barthes, Greimas y Lukacs en cuanta universidad latinoamericana impartió clases. Su manera de desenvolverse en el aula y el gozo con que se refería a los temas de los que hablaba eran contagiosos”, asegura Bernardo Masini y agrega: “sin romanticismos, somos muchos quienes consideramos que aprendimos a leer hasta que conocimos las técnicas de análisis del discurso que Raúl explicaba con paciencia y creatividad”.

Durante una de sus estancias en Nicaragua, Mora comenzó a trabajar como corresponsal de la revista Proceso; en este semanario colaboró como articulista a lo largo de trece años. Bernardo Masini recuerda que: “en cuanto a su trabajo periodístico para este semanario, debemos reconocer en honor a la verdad que Raúl era un tipo más bien presumido. Tal vez ese rasgo confirme su vocación de comunicólogo”. Cuando Proceso cumplió treinta años en 2006, Raúl fue invitado a la correspondiente celebración y según dicen los que lo conocieron, platicaba que su columna compartía página con la de Gabriel García Márquez. “Y no sólo eso: aprovechó para contar que, cuando finalmente coincidieron en alguna reunión, el Nobel dijo al jesuita que le alegraba conocerlo en persona, pues su columna le gustaba mucho”, recuerda Masini.

Luego de recorrer distintas universidades en el mundo y de cambiar constantemente de residencia, en el año 2000 llegó a Guadalajara y se instaló definitivamente en el ITESO. El Departamento de Estudios Socioculturales fue su centro natural de labores, en el área de medios, tecnicidades y lenguajes. Sus líneas de investigación fueron la reflexión teológica, la pedagogía ignaciana y la semiótica aplicada a la literatura, el cine, la música, el discurso político y la fotografía. Ángela María Godoy Fajardo, profesora de este mismo departamento, recuerda que además de dar clases, conferencias y asesorías, Raúl se dio a la tarea de ordenar sus apuntes de clase y ofreció pistas para el trabajo académico.

Para Bernardo Masini, Raúl Mora era un hombre de fe, y pocos como él han tenido tanta fe en la comunidad educativa del ITESO, pero particularmente en su escuela de comunicación: “le gustaba decir que la comunicación debía ser el gozne de nuestra vida y de nuestra profesión. Se lo decía a todos: comunicólogos, arquitectos, ingenieros, educadores, y el largo etcétera en el que quepan las profesiones de cuantos conversamos con él”. Sin embargo, Masini acepta que el jesuita tenía predilección por los comunicólogos: “romántico como era, estaba convencido de que si Jesús hubiera vivido en nuestra época, habría estudiado esta carrera”.

Una de las vertientes más fructíferas dentro de sus investigaciones en el campo de la comunicación, fueron sus estudios cinematográficos. Estos trabajos se vieron materializados en textos como Dios en el Cine (2005). Para esta publicación reunió a varios estudiantes de la Licenciatura en Filosofía del ITESO para que participaran en la interpretación de diversas películas, y con esta estrategia Raúl logró compartir a la comunidad universitaria su propuesta de análisis e interpretación simbólica del cine.

Bernardo García González fue su alumno en la Licenciatura en Filosofía y una de las personas que colaboró para la realización de esta publicación. Él recuerda que Raúl tenía una gran apertura a las diferentes formas de pensar, lo que lo llevó a escribir un libro tan heterogéneo como lo es Dios en el Cine, que contiene catorce títulos de películas de varios géneros, directores y países, desde Belleza Americana del director Sam Mendes, Mi vida en Rosa de Alain Berliner hasta Bailando en la oscuridad de Lars Von Trier. Bernardo recuerda que el director que inspiró a Raúl para escribir este libro fue Stanley Kubrick, a través de su película Ojos bien cerrados, en la que aparentemente no se tocan temas religiosos, sin embargo, el sacerdote pudo descubrir a Dios en este filme: «la forma en la que Raúl veía el cine era impresionante, pues incluso en las ausencias de símbolos encontraba datos”.

Otras de sus publicaciones que siguen siendo de gran utilidad para la formación de académicos y alumnos son: Indicadores de la modernización mexicana (1992), Lecturas y relecturas. Ensayos de interpretación simbólica (2003) y Analizar la realidad en América Latina (1990).

Los que trabajaron con este jesuita lo definen como una persona que siempre estaba dispuesto a ayudar al prójimo y nunca decía que no ante la petición de algún favor, incluso se le veía como el gran amigo que ayudó a más de una persona a conseguir trabajo o un lugar en dónde dormir. Como un compañero y amigo con el que compartió once años, Ángela Godoy lo recuerda como un ser profundamente creyente y practicante del valor de la amistad y el diálogo: “era un compañero que sin dejar de apostarle a la producción en común de sentido, era sensible y respetuoso de la diversidad, un profesor con vocación”.

Bernardo García recuerda que al final del semestre o de algún curso, Raúl procuraba organizar una reunión de retiro para sus alumnos. Durante uno de estos encuentros les compartió que: “lo más difícil es interpretar la propia vida”; después, dentro de una actividad de introspección les pidió que se definieran a sí mismos en dos palabras. Cuando llegó su turno, Raúl explicó que él amaba las obras literarias pero carecía del talento para crearlas, pero sí para analizarlas. Fue entonces que se definió a sí mismo como «el poeta tartamudo».

El recuerdo de Raúl Mora SJ quedará grabado en su obra, pero también en el ITESO, particularmente en la carrera de Ciencias de la Comunicación, una escuela a la que le dedicó largos años de su vida.