«Ahí se quedan. Yo me voy a la chingada”: Pepe Galindo

Por Fabián Ramírez Flores

 

 

“¿Y tú quién eres?”, le preguntó Pepe a un joven. Él respondió: “Sebastián”. Enseguida Galindo le preguntó su edad y sus estudios. Después, en un tono fuerte comentó: “Mira nada más, apenas tienes la secundaria y ya estás sentado en un escritorio como en el que yo estoy. No puede ser, yo tengo licenciatura y mírame. En fin, qué le vamos hacer. El director de noticias ni la prepa estudió…” y siguió hablándole a Sebastián, quien no entendía si Pepe lo estaba regañando o sólo externaba lo que pensaba de su jefe. Al final creyó que todo lo anterior lo había dicho para correrlo, y mejor se fue de las oficinas del área de noticias de Radio Universidad.

Sebastián pensó: “total, al cabo que a mí ni me gusta el periodismo”. Con el paso de los años aprendió que aquel hombre tenía razón y por eso siguió preparándose y aprendiendo de otros. Sebastián creyó que algún día se lo toparía otra vez y entonces le diría: “mira, ya me gradué. ¿Ahora sí puedo sentarme a un lado de ti?”.  Pero ese día nunca llegó.

A Pepe Galindo se le quería como él era, libre y claro en todas sus enunciaciones, no guardaba sus pensamientos en la memoria, simplemente los decía. Siempre hacía bromas o burlas de lo cotidiano. Le gustaba ser discreto y peleaba mucho por su privacidad. A pesar de eso se le consideraba como un hombre abierto y directo. A veces era difícil distinguir si lo que decía era broma, regaño, consejo, reclamo o simplemente su opinión.

Priscila Hernández, periodista de Radio Universidad, quien en sus primeros años como reportera trabajó de cerca con Pepe, lo recuerda como alguien comprometido con el periodismo y que además tenía su genio, su humor y una personalidad fuerte, pero también juguetona. Priscila recuerda que Pepe al despedirse de la oficina siempre decía: “ahí se quedan, yo me voy a la chingada”.

José Emilio Galindo Robles o Pepe Galindo, como era conocido entre sus amigos, nació el 23 de abril de 1966 en la Perla Tapatía. A los 26 años se graduó como licenciado en Comunicación por la Universidad del Valle de Atemajac (UNIVA). Entre los estudiantes que se graduaron en la misma época que Pepe, él fue el único que escribió su tesis y se tituló, señala Luz Elena Castillo, directora de Red Radio Universidad de Guadalajara. Desde entonces ya era un hombre que le gustaba tener todo en orden, en especial sus pensamientos y su estructura de trabajo. Luz Elena y Pepe se conocieron en la UNIVA durante un congreso de relaciones públicas, en el que ella, junto con una amiga, criticaba a los ponentes. Estaban en desacuerdo con algunas de las opiniones que éstos exponían al público y empezaron a hablar sobre dicho asunto. Pepe compartía la crítica de Luz Elena, volteó a verla y se unió a la conversación.

Durante los siguientes años Pepe y Luz Elena formaron una amistad entrañable en la que él fue su maestro. Con Galindo aprendió el uso correcto de los tiempos verbales, con un estilo muy particular. “Me enseñó a utilizar el lenguaje radiofónico sólo como él lo sabía hacer”.

Le gustaba la música tranquila como el blues y odiaba la banda, pero le encantaba bailar salsa. Le fascinaba viajar. Disfrutaba mucho caminar en las playas bajo el sol y por las calles empedradas de los pueblos, donde puso en práctica la genialidad que tenía para conversar con las personas adultas que se encontraba al vagar.

Como todo buen conocedor del arte popular mexicano, coleccionaba muñecas de cartón, de esas que vendían en el Parque Morelos. Le gustaban los muebles rústicos y antiguos, así como las canastas que venden en el mercado San Juan de Dios. Los adornos típicos y las plantas no faltaban en su casa, su centro de restauración, como varios de sus amigos la llamaban, pues compraba algo viejo o usado y lo arreglaba, le sacaba brillo y le daba uso otra vez.

En los primeros años de la década de los noventa, fue jefe de prensa en la Secretaría de Salud. Más tarde reporteó y produjo el noticiario “NOTISAT”, de Promomedios Radio. Luz Elena recuerda que Pepe era exigente al trabajar pero siempre con un toque de humor. Cuando llegaban los boletines de prensa a las oficinas de ese grupo radiofónico, a sus compañeros les decía: “a ver inútiles, díganme dónde está la nota, ¿es que tienen un coágulo en el cerebro? ¿No saben cuál es la nota?”.

Siempre le gustó vestir bien. Era exageradamente limpio. Debajo de la ropa no sólo escondía su delgado cuerpo sino hasta comida. Cuando Pepe llegaba a las oficinas de Promomedios, metía la mano a las bolsas de su traje y sacaba un montón de botanas, desde chocolates, papitas, chicles, cacahuates, hasta tortillas. Todo lo metía de contrabando porque sólo les permitían comer en la cocina.

Pepe era muy sencillo, nada complejo ni rebuscado. Le gustaba verse presentable. Ponía peculiar cuidado en sus pantalones y camisas, pero sobre todo en los zapatos. Él tenía la idea de que a través del calzado se podía conocer cómo era una persona. Al respecto, Priscila recuerda que Pepe decía: “El reportero debe de andar limpio, no piojoso”.

Luego de su paso por NOTISAT siguió el camino como reportero corresponsal en el noticiario “Antena Radio” del Instituto Mexicano de la Radio (IMER), de 1994 a 1997. En ese último año sacó la grabadora y la libreta para seguir contando historias del día en W Guadalajara. Dos años después le dio la vuelta al casete y se sumó a las filas del diario Excélsior como corresponsal, también lo fue para Summa y Ovaciones. Al mismo tiempo fue subdirector de la revista Vinculación de la Universidad de Guadalajara, institución a la que también se incorporó, primero como reportero en Radio Universidad, luego como editor creativo y más tarde fue coordinador de información del noticiario “Frecuencia Punto Tres”.

Durante 16 años desarrolló su apasionante labor periodística en la radio universitaria, donde rindieron frutos sus años previos de intenso trabajo. Fue conductor en diversos espacios noticiosos de la frecuencia del 104.3 de FM, ahí siguió con su estilo. No dejaba de insistir en que el periodista debía concluir lo que se comprometía a hacer. A sus compañeros les decía: “Bola de burros, zánganos, no se han titulado, yo soy el único que lo ha hecho”.

Priscila se acuerda que cuando se inició como reportera, Pepe siempre le insistía en la necesidad de tener rigor periodístico. “Comprobar datos, buscar diferentes voces, indagar hasta el fondo. Sin duda eso es lo que aún sigo poniendo en práctica y lo recuerdo como un aprendizaje de Pepe”. A Priscila le tocaron sus gritos y enojos, sin embargo dice que se quedó con la mejor parte él, “tenía tiempo para rayarme, cambiarme y anularme textos; me ayudaba a pulir ideas, a mejorar redacción, a tener más contundencia en el reportaje, a no dejar cabos sueltos”. Siempre admiró de Pepe su gusto por trabajar en la calle y no en una oficina porque no soportaba estar mucho tiempo encerrado. “La mayor comodidad la encontraba conociendo calles, visitando pueblos y acercándose a las personas”, apunta Priscila.

Siempre le gustó la zona de alrededor del templo Expiatorio, cerca del edifico de Radio Universidad, donde vivía en su casa de la calle Libertad. Ahí le gustaba sacar la sartén e inventar sus recetas, a veces un poco simples como la pasta. Aunque a veces no tenía idea de qué ofrecerle de comer a quien lo visitaba, le hallaba remedio a las comidas con lo que tuviera en el refrigerador, pero eso sí, los frijoles, tortillas y queso no podían faltar en su cocina. El pan dulce con un vaso de leche bien fría también formaba parte de sus manjares. Odiaba el pollo, le daba asco ver las piezas que flotaban en la olla cuando alguien las ponía a cocer.

Con Pepe no se podía tener relación de amistad si no te gustaba la “tragazón”. Para Luz Elena era impensable estar con él y no comer, «estaba flaco pero era puro comer y comer”. Casi no tomaba café, eso es raro al estar en un ambiente como el de las redacciones de noticias, donde se acostumbra echar una tacita por lo menos una vez al día para espantar el sueño que pega en algún momento, como resultado de las pocas horas de dormir después de una larga jornada.

El trabajo profesional y comprometido con la sociedad que realizaba Pepe Galindo, se reconoció en múltiples ocasiones a nivel nacional e internacional. En 2004 la Federación Mexicana de Ingeniería Sanitaria y Ciencias Ambientales A.C., le otorgó el Premio Nacional de Periodismo Ambiental por los radio reportajes en serie «Mafia Verde, historia de una plusvalía” y “Crónica de una Concesión Anunciada”. El reportaje “Trilogía: Crímenes políticos en México” le valió el premio del segundo lugar de la II Bienal Latinoamericana de la Radio en 1998. Mientras que con su reportaje “Pueblos veneno: el peligro que no se ve”, donde denunció la contaminación ambiental del Río Santiago, ganó el segundo lugar en la V Bienal Internacional de Radio. “Él fue de los primeros que habló de la contaminación en el Salto y siempre lo dijo: ‘la gente se está muriendo envenenada’”, recuerda con admiración Priscila.

Pepe mandaba sus productos a concurso y si ganaba no los presumía ni hacía la gran fiesta. No le gustaba ni quería que lo entrevistaran. La contaminación del Río Santiago le causó asombro y preocupación al ver cómo vivían las familias alrededor de éste en condiciones insalubres. Para Luz Elena esa investigación detonó el interés de Pepe por estudiar la maestría en Ciencias Ambientales. “Ese trabajo le tocó la conciencia y el corazón, le movió su responsabilidad social ante la humanidad”, por lo que la Academia Jalisciense de Derechos Humanos lo reconoció como defensor y promotor de los propios derechos humanos de las comunidades afectadas por la contaminación industrial. Aunado a esto, fue miembro fundador de la Red Mexicana de Periodistas Ambientales.

Además de su trabajo periodístico en la radio, otras de las grandes pasiones de Pepe y que no muchos conocían, era la pintura. Desde niño le gustaron las piedras y paredes, las pintaba tal cual hombre de la prehistoria. Sus temas favoritos fueron las vírgenes negras y los angelitos oscuros, los animales como leones, jirafas y tigres. Por último le dio por pintar sandías, le encantaba la mezcla del color rojo y verde.

Pepe era un hombre visionario. Escribió los objetivos y parte de las estrategias del primer anteproyecto de regionalización de Radio Universidad para constituirla como una red, de la que más tarde sería director en la estación de Ciudad Guzmán. Para Pepe fue un gran reto montar la radio universitaria en ese municipio, le tocó conseguir los muebles para acondicionar las instalaciones, botes de pintura, un escritorio y hasta una silla para sentarse. Se sacudió los bolsillos y sacó unas monedas para comprar plantas, vasos y demás utilería. Por cuestiones de salud en 2008 tomó un receso y dejó la radio para descansar, sin embargo la pasión por el trabajo lo llevó a retomar las riendas de las ondas guzmanenses a finales de 2008 y hasta el último mes de 2009. Durante esta segunda etapa que estuvo Pepe en la radio universitaria, dirigir la estación ya no le representaba un reto, ni estaba tan entusiasmado como al principio. Extrañaba los cines, los conciertos, los restaurantes tapatíos y a sus amigos. Al mismo tiempo conducía el programa de televisión “Esferas” y el noticiario matutino del 104.3 FM, además estaba planeando volver a sumergirse en los libros y las teorías, quería estudiar un doctorado y mudarse a vivir a Puerto Vallarta.

Finalmente, sin poder contemplar el sol y las playas de la riviera nayarita, Pepe Galindo falleció a los 43 años el 24 de noviembre de 2009 en Ciudad Guzmán. Fue encontrado muerto en su domicilio. Las investigaciones de las corporaciones policiacas señalaron que se trató de un asesinato de odio.

El Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (CEPAD) solicitó esclarecer su homicidio. Representantes de este organismo lamentaron el hecho “porque los crímenes contra periodistas y activistas de los derechos humanos atentan contra el Estado de derecho y democracia de un país”. La Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, también condenó su asesinato, al igual que otras organizaciones internacionales como el Committee to Protect Journalists y el International Press Institute.

Los amigos y sus recuerdos cada quien los lleva guardados en el corazón. A un año de la muerte de Pepe, Luz Elena extraña las risas y carcajadas que se aventaba aquel hombre que le gustaba impostar la voz frente al micrófono cuando se despedía de sus radioescuchas con la frase: “Que pase usted una maravillosa mañana”.