José Hernández Claire, una vida en blanco y negro

María Teresa de Alba Robles

 

Las fotografías de José Hernández Claire son autorretratos, son espejos que reflejan sus intereses y experiencias. En su obra demostró sus inquietudes e inclinaciones a través de tres temas principales: religión, migración y calle. Sus fotografías fueron denuncias de situaciones terribles pero reales. Él siempre creyó que tenía el compromiso social de enseñar lo que estaba pasando ahí “afuera” de la manera más objetiva posible. “Desde un inicio a mí lo que me interesó fue la mezcla de culturas, de razas, de gente”. Las personas siempre protagonizaron sus imágenes (Zapata & Toussaint, 2017).

“Siempre llevó una cámara a donde quiera que fuera, normalmente, una Leica M4, un modelo pequeño y discreto que colgaba en su hombro en cada salida. Incluso en la noche, su cámara descansaba en el buró a un costado de su cama”, cuenta su hija Úrsula Hernández García (comunicación personal, 2022). Ella cree que su padre tomó fotos todos los días de su vida. “La fotografía es sencillamente fundamental cada día, es como comer. Es necesario y gratificante al mismo tiempo que una retroalimentación constante” (Gaceta UDG, 2021).

José Hernández Claire hizo foto documental por 45 años. Publicó dos libros, De sol a sol en 1997 y Fe, ritos y tradiciones de Jalisco en 2016. En su carrera cubrió eventos históricos como las explosiones del 22 de abril de 1992 en Guadalajara. Retrató peregrinaciones y ritos religiosos en Jalisco y fue de los primeros en fotografiar el fenómeno migratorio en el norte, el sur y a lo largo de México. Por su trabajo, ganó reconocimientos internacionales como la beca Nikon en 1985, el Premio de fotoperiodismo Rey de España en 1992 y la Beca de John Simon Guggenheim Foundation en 2001.

Nació en 1943 en una familia acomodada que residió en el barrio de Atemajac, en Guadalajara. Estudió arquitectura en la Universidad de Guadalajara a principios de la década de los setenta. Al terminar la carrera se fue a Nueva York a hacer la maestría en Urbanismo en el Pratt Institute de Brooklyn, de 1978 a 1982.

Encontró la fotografía relativamente tarde, cuando tenía 27 años y vivía en Nueva York. Su interés empezó en su estancia allá mientras trabajaba en el Departamento de Urbanismo de Manhattan. Sus asignaciones implicaban largas caminatas en las zonas marginadas de la ciudad, en las que recababa información para realizar estudios de movilidad o impacto ambiental. En esas caminatas tomó sus primeras fotos. Había comprado su primera cámara, un modelo Leica en una tienda de oportunidad en 1978, con el objetivo de fotografiar los edificios que diseñaron sus ídolos, Frank Lloyd Wright o Mars Van der Rohe. Sin embargo, terminó por retratar a la gente en la calle, fascinado por la mezcla de culturas y comprometido a retratar una realidad fuera de la imagen oficial de la ciudad, turística y comercial (Zapata & Toussaint, 2017).

Hasta ese entonces, nunca había tomado una foto ni sabía cómo usar una cámara, así que se inscribió a una clase de fotografía de Philip Perkis, un fotógrafo purista de renombre que se convirtió en su amigo e influencia. Fue Perkis quien lo presentó a personajes como Manuel Álvarez Bravo, con el que también formó una amistad larga. Cuando José Hernández Claire reveló su primera fotografía supo que a eso se dedicaría. “El ver aparecer la imagen fue revelador, fue mágico. Dije ‘a esto es a lo que me voy a dedicar, no sé cómo lo voy a hacer, pero esto es lo mío’” (Garibay et al., 2019). A partir de ahí, destinó todos sus ingresos de estudiante en equipo, rollos y libros de fotografía.

Una de las primeras fotos que tomó muestra un terreno baldío entre los edificios y las avenidas de Nueva York. Un espacio de tierra grisácea con árboles muertos y colillas regadas. En medio del baldío hay un individuo que difícilmente parece una persona. Es más bien la bolsa negra que cubre su cabeza, el pedazo de cartón sobre el que está sentado y la sábana que lo envuelve. Lo único de persona que tiene son sus pantorrillas pálidas y sus pies escuálidos, que se asoman a la sombra de la bolsa y se contraen de frío. A esta imagen le llamó Frío invierno y la tomó en Lower Manhattan, en 1979, el año en el que empezó a tomar fotos (Hernández–Claire, 1997, p. 60).

“De Philip Perkis y Arthur Freed aprendió el reportaje de lo grotesco”, escribió su amigo, Guillermo Oropeza, en la introducción del libro De sol a sol (Hernández–Claire, 1997, p. 8). En esos años fotografió las manifestaciones por la muerte de John Lennon en 1980. Retrató una pintura en un museo de arte, recortada por la figura de una señora gorda, sentada en tres cuartos de una banca con dos niñas recostadas en el espacio restante, que miran atentas una pintura, dándonos la espalda. Capturó la imagen de una mujer negra y joven sentada en un vagón del metro con la mirada perdida, acompañada por los ojos de Lady Diana que se asoman de la portada de la revista que lleva en su bolsa. Continúa Oropeza:

Claire, quien había salido de una plácida Guadalajara donde nunca–pasa–nada, y como ya dijimos, provisto de una visión de arquitecto, llega a Nueva York, allá en los años impresionables, para perder la inocencia y entrar a una escuela que con la violencia de una perforadora de concreto le rompe, con sus trepidaciones, todas las ordenadas cuadrículas de su mente de arquitecto. De allí saldrá Pepe ya irreversiblemente fotógrafo–reportero, de la línea dura, a perseguir las imágenes de la vida real, demasiado real (Hernández–Claire, 1997, p. 12).

Arthur Freed también fue su maestro de fotografía e inspiración. Un día les pidió a sus alumnos que fotografiaran a alguien famoso. José tomó el teléfono y el directorio y marcó tres o cuatro veces al fotógrafo húngaro de renombre, André Keretz. Después de resistirse en varias llamadas, Keretz lo citó en Washington Square y José le tomó su retrato en la plaza y más tarde en el departamento del artista. El encuentro duró dos horas. Así desarrolló su talento, moviéndose, practicando y siguiendo la foto. Poco después de este suceso, fue su primera exposición individual en la Arc Gallery del Pratt Institute en 1982.

En una ocasión le dijo a su maestro Philip Perkis, “no sé cómo pagarte que me hayas ayudado a encontrar la fotografía”. A lo que él respondió, “no me lo tienes que pagar a mí, se lo tienes que pagar a toda la gente a la que le vas a enseñar tu trabajo” (Canal 44, 2015). Así lo hizo. A cualquier evento o cena que fuera llevaba una fotografía de regalo. Expuso tanto en Suiza y Francia como en el café de cualquier amigo en Guadalajara. Su hija Úrsula a veces lo regañaba, le decía que regalaba su trabajo y talento, pero José siempre fue muy desprendido con su obra. Era plenamente consciente de por qué tomaba fotos (Ú. Hernández, comunicación personal, 2022).

Nunca volvió a dedicarse a la arquitectura. Sin embargo, siempre dijo que sus años universitarios habían sido cruciales para crecer en el ámbito artístico y aprender las nociones básicas de la luz, el volumen y la perspectiva. Después de vivir cuatro años en Nueva York volvió a México: “Supe que mi deber era retratar a mi gente, me di cuenta de que quería documentar y de alguna forma retribuir”, dijo en una entrevista televisiva (Zapata & Toussaint, 2017). Su hija Úrsula cuenta que en su estancia en Nueva York ocurrió el descubrimiento personal más importante de su vida, pero que él siempre fue muy cercano a su familia y no le gustaban los inviernos de aquella ciudad. Además, tenía la inquietud de retratar a México (Ú. Hernández, comunicación personal, 2022).

 

Regreso a Guadalajara

Una pareja posa para la cámara. Da la impresión de que acaban de salir de su vivienda. El hombre trae puestos unos lentes oscuros y sonríe con los dientes, aunque esa sonrisa se traduce en una mueca. La mujer sostiene a un bebé en sus brazos, también sonríe, pero más discretamente. Sus ojos están firmemente cerrados, un párpado parece más grande que el otro (Ortiz Partida, 2014, p. 169)

Esta fotografía es parte de la colección Luz y Sombra, que tomó a su regreso en Guadalajara y que retrata a personas ciegas. El hombre y la mujer fueron sus amigos desde ese momento. José los visitó muchos años después de tomar la foto, fue padrino de una de sus hijas y les llevaba regalos en navidad (Ú. Hernández, comunicación personal, 2022). También retrató a un payaso ciego contorsionado en una pose cómica, a unos niños jugando futbol en el campo, guiados únicamente por sus manos que tientan al aire. “Claire logra vencer las tentaciones del sentimentalismo, de la versión del dulce cieguito. Sus ciegos, en sus momentos más humanos, son testigos horriblemente incómodos”, escribió Guillermo Oropeza (Hernández–Claire, 1997, p. 8). Esta fue de las primeras colecciones que hizo a su regreso a Guadalajara y con ella ganó el Premio Embajador de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1988.

En otra imagen retrata a un adolescente en un vertedero, que abre de par en par una revista porno. En la revista posa una mujer gringa y desnuda. El adolescente ríe. Sus jeans mugrosos y sus manos sucias contradicen la pornografía que enseña con tanto orgullo. Esta foto se llama For your eyes only y la tomó en el vertedero municipal de San Gaspar, Tonalá en 1996 (Hernández–Claire, 1997, p. 35).

“Yo tenía un interés en denunciar y, sobre todo, en mostrar un punto de vista sobre la sociedad y la compleja dinámica humana”, dijo José en una entrevista en el programa de radio La caja mágica (Garibay et al., 2019). También contó que las fotos del vertedero se expusieron en un aniversario de la ciudad de Guadalajara y un político distinguido se le acercó para decirle que no le había gustado su selección. “Pues qué se le va a hacer, era un aniversario muy pomposo de la ciudad y obviamente no les gustó” (Garibay et al., 2019).

Al regresar de la maestría en 1982, José Hernández Claire realizó varios trabajos documentales y empezó a dar clases en el Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD), lugar en el que sería maestro durante 35 años de manera intermitente. Ahí conoció a su esposa, Nora García, quien también trabajaba dando clases. Entre sus trabajos también destaca la cobertura que hizo de la Feria Internacional del Libro (FIL) para varios medios de comunicación. En los pasillos de la feria conoció a su amigo y editor, Sergio Garibay, quien en 1992 era fotógrafo del Comité Organizador de la FIL. “Siempre fue muy cordial, nada de empujones para meterse, te preguntaba: ‘Oye ¿me das oportunidad?’, o te decía ‘oye, yo ya me retiro, pásale’”, recordó Sergio durante un homenaje a Hernández Claire que se celebró el 3 de febrero de 2022 en la Galería Parque 45.

 

Siglo 21

La foto de portada del primer ejemplar del periódico Siglo 21 la tomó José Hernández Claire. En la imagen, un trabajador cruza la glorieta de la Minerva, cabizbajo. Usa un sombrero y carga en una mano una especie de palo, en la otra una llanta. De espaldas a él, se irgue la Minerva. Parece su reflejo, con su propio escudo y lanza (Hernández–Claire, 1997, p. 23). El periódico, ya extinto, fue cofundado por José en 1991, quien desde un inicio fungió como jefe editor de fotografía. En el diario publicaron muchas de sus fotos de calle, “el gran teatro del mundo” (Gaceta UDG, 2021). En los años que trabajó en Siglo 21 magnificó su estilo purista. Retrataba con un lente focal 35 mm que le permitía capturar la versatilidad del momento y pasar desapercibido. Nunca editó ni manipuló sus fotos, siempre mostró el encuadre completo. Sergio Garibay, durante el homenaje en Parque 45, contó que la única foto que editó fue la de la clase graduada del American School porque la escuela pedía un formato en específico. Lo hizo refunfuñando.

Siglo 21 era una apuesta novedosa. La redacción estaba conformada por periodistas jóvenes como Alejandra Xanic y Diego Petersen, y liderada por Jorge Zepeda Patterson. Pero no fue hasta un año después, en 1992, con la cobertura de las explosiones del 22 de abril, que el diario ganó reconocimiento nacional. Explicó el fotógrafo en entrevista para la televisión:

Mi equipo y yo salimos a la calle. Por primera vez nos encontrábamos en un evento tan dramático, tan duro, tan doloroso. Entre lágrimas nos preguntábamos, ¿qué hacemos? ¿Tomamos fotos o ayudamos? Ese tipo de dilemas. Recorrer las calles destrozadas, las ambulancias, los niños y las familias llorando. Fue hace 25 años y todavía sentimos que fue ayer (Zapata & Toussaint, 2017).

El 22 de abril de 1992, a las 10 de la mañana, explotaron ocho kilómetros de calle en la colonia Analco. Murieron 212 personas, hubo mil 470 lesionados y al menos 15 mil personas se quedaron sin hogar. La explicación oficial fue que gases subterráneos de hidrocarburos en la colonia Álamo industrial explotaron al entrar en contacto con una fuga de gasolina del poliducto de Guadalajara–Salamanca.

En medio de la tragedia, José tomó su foto más conocida: Las manos amigas (Hernández–Claire, 1997). La imagen muestra manos y antebrazos sosteniendo una puerta que hace de camilla. En ella yace una mujer, aunque solo se ven sus zapatos, pues su cuerpo está cubierto por una sábana. Un joven, cansado y asustado, dirige desde arriba el transporte de la señora. Ciudadanos y policías sostienen la puerta. Detrás de ellos hay una casa destruida, hundida en escombros y encajada en tuberías. “Yo estaba en un montículo, mirando desde arriba esa escena cuando tomé la foto. En ese momento no puedes pensar en nada, en si te van a publicar, por supuesto que no. Muchos de mis colegas y yo nunca habíamos estado en contacto con la muerte y una muerte tan trágica y colectiva” (Garibay et al., 2019). Con esta foto, José ganó el premio de fotoperiodismo Rey de España y se convirtió en el primer mexicano en lograr este reconocimiento.

“Un premio te ayuda a saber que algo estás haciendo bien, pero también te hace reafirmar el compromiso que tienes con la sociedad y contigo mismo. Yo creo que uno tiene que hacer lo que quiere y lo que le apasiona, y que los premios son una consecuencia de ello” (Garibay et al., 2019).

Siglo 21 cerró sus oficinas en 1999, ocho años después de su inicio (Larrosa–Fuentes, 2018). José Hernández Claire no volvió a trabajar como periodista para un medio, se dedicó a la fotografía documental y el ensayo fotográfico. Sin embargo, sus fotos se publicaron en medios nacionales e internacionales como Diario 16, L.A. Times, El País, Le Monde, The Guardian, La Jornada y muchos más.

 

De sol a sol

Un campesino recorre un sembradío arrastrando su sombra en un día soleado. Su sombrero le cubre el rostro, pero la nuca no se salva del calor de las 12 de la tarde. Va cargando un canasto, que dobla su tamaño, en su espalda. El canasto está casi lleno del maíz que va lanzando detrás de su hombro con la certeza de que va a caer dentro (Hernández–Claire, 1997, p. 27).

La foto se llama De sol a sol con la carga a cuestas y la tomó en Atoyac, Jalisco, en 1995. En una entrevista que le hizo Enrique Toussaint y Belén Zapata en Canal 44 (2017), le preguntaron el contexto en el que tomó la foto. Él contestó: “Iba siguiendo a ese campesino que arrancaba de un manotazo la mazorca y la lanzaba descuidadamente sobre su hombro, muy seguro de que iba a caer en el cesto”. No entró en detalles sobre la precariedad en la que trabajan los campesinos, no se expandió en una anécdota sobre el viaje que realizó para tomar las fotos, no mencionó ni un elemento que no se aprecie con claridad en la imagen. Hernández Claire respondió sobriamente. Ya había dicho en una entrevista anterior “La fotografía no es para ser platicada” (Garibay et al., 2019).

Esta imagen es la portada de su primer libro, De sol a sol (1997), que editó la Universidad de Guadalajara y realizó con el apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) y la Compañía Leica. El libro es una compilación de retratos de campesinos huicholes que cargan, asoleados, hojas de tabaco. De madres trabajadoras que amarran a sus niños en un reboso a su espalda durante la jornada en el campo. De jóvenes y niños trenzando las hojas de tabaco con sus ropas tradicionales. En vez de capturar el momento instantáneo y efímero como en sus trabajos anteriores, José Hernández Claire se introduce en el mundo de los campesinos y los acompaña en sus labores. Espera pacientemente a que en medio del trabajo olviden su presencia, ignoren su cámara Leica apuntando. A la vez, los retrata de frente, encuentra sus miradas inocentes o cansadas, muy ajenas a la fotografía como para pretender otra cosa. “Es muy importante la interacción con las personas fotografiadas. Con los huicholes en el campo de trabajo fue tan simple como ‘convives, o no eres admitido’” (Garibay et al., 2019).

Estas fotografías circulan como una denuncia social. Son imágenes que pudieron haber existido hace 200 años, pero que ocurrieron a finales del siglo pasado. “Porque el campo mexicano de Hernández Claire no es aquel tan bonito que recordábamos. No es un paisaje, sino un vasto, duro, asoleado, polvoriento, quemado espacio de trabajo. Eso que nuestros campesinos llaman con castiza precisión ‘la labor’. Y Pepe ha fotografiado, justamente, esa labor del hambre y del sudor”, escribió Guillermo Oropeza en la introducción del libro De sol a sol (Hernández–Claire, 1997, p. 12).

 

Migración

Una mujer mira a su alrededor mientras baila, sus aretes de horcajadas y su pelo vuelan con el viento. Se le ve orgullosa y guapa, vestida provocativa y pintada. En frente de ella, un señor con sombrero y bigote se mueve al ritmo de los músicos que en un segundo plano tocan las flautas y las trompetas. Escribió José Hernández Claire sobre esta fotografía en su sitio web:

Es el hijo ausente que regresa después de haber estado en “El Otro Lado”, retorna transculturizado, con usos y costumbres adquiridas allende la frontera, que denotan el éxito en la búsqueda del tan anhelado “Sueño Americano”. Paisanos que en su vestir y sus costumbres reflejan el sincretismo cultural, dejando de ser de aquí pero no perteneciendo allá.

En un viaje a Durango se topó por primera vez con la migración de frente. Su esposa Nora le platicó sobre el fenómeno social en ese viaje que hicieron por el estado. Desde entonces se volvió uno de sus temas “sagrados” (R. Guzmán, comunicación personal, 2022). Su primer proyecto sobre la migración fue la serie de Fenómeno cowboy, en la que retrató a la gente de la frontera, agringada pero tradicional, orgullosa, pero desertora. La foto descrita anteriormente fue tomada en 2001 al igual que el resto de la serie. “Venían empapelados, con sus camionetas a disfrutar de la familia, principalmente a las fiestas. No emigraban en espiritualidad, seguían siendo mexicanos o al menos una mezcla y volvían triunfadores” (Garibay et al., 2019).

A partir de estas primeras fotos, José Hernández Claire cubrió temas migratorios por al menos 18 años. Ricardo Guzmán, quien fue su alumno en el CUAAD desde 2001 y su asistente por muchos años, cuenta que se tomaba periodos de tres días hasta un mes para trabajar en sus colecciones. A veces se iba una semana a Saltillo o un fin de semana a Monterrey. Dice que era muy disciplinado y en sus excursiones iba solo (R. Guzmán, comunicación personal, 2022).

“Sí es un trabajo delicado, riesgoso, no se puede planear nada, las condiciones son difíciles. Los migrantes van temerosos, hay migrantes que jamás habían salido de sus pueblos. Imagínate el shock cultural, el peligro, se requiere mucho valor” (Garibay et al., 2019). Úrsula Hernández, su hija, cuenta que a veces le preguntaba, “¿y por qué no nos llevas?”, a lo que él respondía que no era lugar para pasear porque era muy riesgoso. Fuera del trabajo de migración, él nunca se sintió en peligro fotografiando. Úrsula platica que en su trayectoria de 45 años jamás le robaron la cámara (Ú. Hernández, comunicación personal, 2022).

Recorrió de sur a norte en “La Bestia”, el tren que usan los migrantes para llegar a Estados Unidos. Esta serie de fotos las tomó de 2006 a 2010, y 77 de ellas se expusieron en la Galería Raúl Anguiano del Consulado de México en Los Ángeles en 2010. La exposición tenía el objetivo de enseñar “el temerario, dramático y en ocasiones trágico tránsito de migrantes” (El Informador, 2010). Consiguió un permiso para acompañar a la U.S. Border Patrol, que vigila la frontera gringa y les impide el paso a “la tierra prometida”. Tenía la condición, sin embargo, de no retratar a los oficiales. Aun así, tomó la foto de uno de ellos que, con su metralleta, sus lentes oscuros y su uniforme, recorrió el Río Bravo sobre una lancha en busca de migrantes. “No me pude resistir, no me pude autocensurar”, cuenta entre risas en una entrevista en Canal 44 (2017). José menciona que en su viaje con la patrulla fronteriza vio imágenes terribles; sin embargo, pocas de estas escenas fueron fotografiadas, o al menos publicadas.

En su segunda serie de migración retrató a hombres y mujeres corriendo, estirando los brazos para alcanzar a agarrarse del andén del tren, mientras los ayudan sus compañeros. De ropas, fotos y basura regados a la sombra de un árbol en el que tomaron agua y recuperaron el aliento. De los migrantes en el techo del tren, sentados, bien agarrados, viendo hacia al frente, hacia el horizonte. También le tomó una foto a una joven que se mira con un espejo polvoriento y roto mientras se pinta la boca.

Lo que me impactó de todo el proceso de cubrir la migración fue escuchar las historias de por qué tuvieron que dejar a su familia, enterarme de la situación personal de los migrantes con los que me topaba, los que ya no podían volver a su país o salieron en busca de mejores oportunidades, incluso de los triunfadores que presumen que cumplieron sus sueños. Todo esto es una retroalimentación para mí. Cada foto que tomó es una retroalimentación sobre mi país (Garibay, 2007).

En 2019 lanzó lo que fue la tercera y última serie de migración que realizó. Expuso las fotografías en el Exconvento del Carmen, en Guadalajara, y al proyecto le llamó Pesadilla Americana. La exposición muestra la ternura de un padre que cubre a su hijo con una cobija en una noche fría, y la tensión que produce una camioneta de la patrulla fronteriza que levanta tierra en un día soleado. “Del sueño a la pesadilla, de la inmigración a la deportación y la repatriación, la mirada del artista ha captado todo el proceso. México es un paréntesis, un territorio de paso y a veces de verdadero encierro. Tuvieron que salir, pero de lado equivocado, del lado que habían dejado y al que quizá no querían o no podían regresar”, escribió Víctor Ortiz Partida en el texto que presentaba la exhibición.

 

Maestro en el CUAAD

Como maestro, José Hernández Claire fue extremadamente puntual. Su exalumno y después asistente, Ricardo Guzmán, cuenta que la única vez que se atrasó, llegó con una rodilla sangrante. Se había caído y se rehusaba a interrumpir la clase (R. Guzmán, comunicación personal, 2022). Entre idas y vueltas, exposiciones y miles de fotografías, José Hernández Claire continuó dando clases en el CUAAD por 35 años.

“Siempre nos enseñó todo, nunca se guardó nada. Nos invitaba a querer más, te provocaba en ese sentido. Era muy generoso, desde estar al pendiente con nosotros hasta darnos ride”, cuenta Ricardo (R. Guzmán, comunicación personal, 2022). Desde que tomó la clase de foto fija que daba en la universidad, en 2001, se convirtió en su amigo. Un día, José le pidió que le ayudara a ordenar su estudio y así se volvió su asistente.

“Imagínate ir a la casa de tu ídolo, comer con él, conocer a su familia” (R. Guzmán, comunicación personal, 2022). Aunque Ricardo admiraba a Hernández Claire, la relación que tuvieron nunca fue vertical. José siempre le habló de usted, nunca usó el púlpito de maestro para enseñarle una cosa u otra. Esa primera vez que lo visitó, José le regaló El Guardián de la Minerva, que fue la portada del primer ejemplar de Siglo 21. Esa es la favorita de Ricardo. A pesar de las fotos impresionantes, riesgosas y trágicas, esta tiene ese componente emocional.

El estudio de Hernández Claire era un desastre. Fue una catástrofe clasificar, tirar, ordenar y procesar en digital los archivos que se apilaban en cajas. Tenía miles y miles de fotos y conservaba aún los negativos de sus primeras imágenes. José siempre fue receloso de la tecnología. Cuando empezaron a comercializarse las cámaras digitales, estuvo en shock. Él se sentía casado con el proceso de revelar. Toda su obra había sido impresa y revelada por él, le gustaba pasar largas horas en el cuarto oscuro de su propio laboratorio en esa tarea. Hasta 2001, todas sus fotos tenían un negativo. A partir de entonces fue el desastre total. Se estresaba entre respaldos, memorias SD y carpetas en computadoras. Ahí es donde entraba Ricardo, aunque en realidad a su familia y a sus colegas también les tocó ayudarle en alguna ocasión.

Ricardo se encargó de ordenar su estudio, respaldar su acervo fotográfico, curar algunas de sus exposiciones y también acompañarlo a excursiones con sus alumnos.

Una vez me pidió que fuera con él a la Barranca porque iba a llevar a sus alumnos a tomar fotos. Pepe iba vestido como siempre, con sus pantalones, su camisa negra y sus botas, yo con mi ropa deportiva nueva. Bajamos y subimos la barranca y él llegó primero que todos. Tenía una condición impresionante porque decía que para ser fotógrafo de calle hay que tener buena condición. Le gustaba mucho hacer ejercicio. Hubo hasta alumnos desmayados y todo. Él nos esperó en la punta, tomándose un agua de coco (comunicación personal, 2022).

 

Fe, ritos y tradiciones de Jalisco

Un vestido de gala, con su corona de espinas, sobresale por arriba de la multitud que lo carga hacia el escenario del teatro Rosas Moreno, en Lagos de Moreno. La gente a su alrededor se vuelve hacia él mientras aplauden emocionados. Jesús super estrella llamó a esta foto, que fue la portada de su segundo libro Fe, ritos y tradiciones (Hernández–Claire, 2016). “Iba entrando el Cristo y ya se imaginan la ovación, por eso le puse ese nombre” (Zapata & Toussaint, 2017).

José Hernández Claire fue un católico devoto, de ir a misas los domingos y darse golpes en el pecho, cuenta Úrsula, su hija (comunicación personal, 2022). Le encantaba cubrir las fiestas religiosas en Jalisco. Su amigo, Sergio Garibay, calcula que cubrió las peregrinaciones de la Virgen de Zapopan por 38 años. De la fascinación por los ritos religiosos y de su propia fe, nació la selección de fotos que conformaron el libro. Tan recurrente era su interés, que los mismos sacerdotes y padres se convirtieron en sus amigos y le avisaban cuando un evento se aproximaba (S. Garibay, comunicación personal, 2022).

Fotografió eventos como la Romería de Zapopan, el 12 de octubre; la fiesta de la Candelaria, el 2 de febrero en San Juan de los Lagos; y las tradiciones de Tuxpan, “el pueblo de la eterna fiesta”. “Son imágenes documentales que pretenden mostrar las diferentes formas en que los jaliscienses viven su fe”, escribió José en la introducción de su libro (Hernández–Claire, 2016). Hombres y mujeres a lágrima viva, ante vírgenes y santos en plena caminata por el campo. Ancianas que inclinan su cabeza de pelo cenizo para besar al Cristo en la boca. Creyentes que portan sus penachos y visten una capa que muestra a la Virgen María en plena expresión de sincretismo. En estas fotografías, la fe se vuelve tangible, visible en los rostros de los peregrinos. Fuera de representar el silencio venerante de la iglesia, las fotos muestran el ruido, los cantos, los llantos, las muecas y el sudor (Hernández–Claire, 2016).

“Hernández Claire documenta todo aquello que el rito y la tradición se han empeñado en fijar como la conmemoración, la celebración de la alegría y del dolor de un pueblo: el nuestro, el mexicano. Para lograr esto es necesario contar con lo que Hernández Claire tiene en abundancia, conocimiento y genio, ética y amor”, escribió Fernando del Paso en el prólogo de este libro (Hernández–Claire, 2016). Fue Sergio Garibay quien sugirió que Del Paso lo escribiera. En una visita que le hicieron al autor en su casa, tomó la iniciativa y le explicó: “A José le da mucha pena decirlo, pero le gustaría que le escribieras el prólogo de su nuevo libro”. Fernando del Paso se paró de su silla de ruedas, como ya casi nunca hacía, y le dijo: “José, pensé que nunca me lo pedirías”, y luego le dio un abrazo (S. Garibay, comunicación personal, 2022).

José le contó a Ricardo, su asistente, que lo que más le gustó del proceso artístico fue entablar relaciones fugaces con las personas a las que fotografiaba, volverse invisible a ratos y enfrentar a las personas con el lente en otros. “Tenía esa cualidad tan rara en los fotógrafos de pasar desapercibido, siempre traía una cámara chiquita y tomaba las fotos sin que se dieran cuenta” (R. Guzmán, comunicación personal, 2022).

Editar el libro fue lo que menos le gustó del proceso artístico, según Sergio Garibay. A José le gustaban las exposiciones de mil fotos, pensaba que todas eran pertinentes. Sergio era más mesurado y lo limitaba con el afán de hacer el libro más ligero y atractivo. “Déjalos con las ganas”, le aconsejaba (S. Garibay, comunicación personal, 2022). Después de consultarlo con muchos amigos, armó una primera selección, una mezcla entre las más famosas y las inéditas.

Uno de sus críticos acérrimos fue Nora, su esposa. “Al final era Nora la que tenía la última palabra, ella había sido bailarina y tenía esa sensibilidad estética, un buen ojo para estas cosas”, contó Sergio (comunicación personal, 2022). Nora tenía mucho peso en las decisiones editoriales de José. Un día ella llegaba con Sergio a comentarle que tal foto no le terminaba de gustar y al siguiente José le decía exactamente lo mismo. El libro se lo dedicó a Nora.

 

Las fotografías son espejos

Una última foto. José Hernández Claire mira de frente a la cámara. En medio de su cara resalta su característico bigote. Viste una camisa negra. En el dedo, su anillo de bodas.

Apunta hacia nosotros con su cámara Leica, a punto de apretar el obturador. Esta foto se la tomó Nora García.

Sus hijos, Úrsula y Leonardo, son artistas. Ella se dedica a las artes plásticas, el dibujo y la escultura; él a la cinematografía. Desde pequeños fueron influenciados por su padre. Cuando apenas tenían cinco años, ya les había comprado su primera cámara Kodak del supermercado. También los dejaba entrar al cuarto oscuro donde veían cómo las imágenes surgían del agua y sentían la misma magia que él cuando tenía 27 años.

Úrsula cuenta que siempre fue muy unida a su padre. Lo describe como un hombre muy amable y humilde, aunque también muy aprehensivo y preocupón. Incluso a los 30 años les pedía con insistencia que se lavaran bien las manos. De pequeños, les imploraba que no se chuparan los dedos o que en los días fríos estuvieran bien abrigados. Fuera de esas manías, José nunca fue regañón ni estricto, siempre los alentó a que hicieran lo que ellos querían (Ú. Hernández, comunicación personal, 2022).

El legado que le dejó a su familia es de miles de fotos de sus viajes, de su casa y de sus eventos familiares. Fotos que nunca fueron publicadas ni ganaron ningún reconocimiento, pero que significan muchísimo para ellos. Cuando murió, a los 72 años, el 18 de septiembre de 2021, la familia de José, Sergio Garibay y Ricardo Guzmán, se dieron a la tarea de repasar su archivo, que tiene una infinidad de imágenes inéditas. Ricardo tiene 800 rollos de José sin revelar en su casa, Sergio guarda tres mil. Al ordenar su estudio, acordaron hacer una exposición o recabar una selección para un libro. Es un proyecto en el que siguen trabajando. Sergio cree que la obra de su amigo no ha tenido la visibilidad y difusión que merece en la escena local.

En su trayectoria, José Hernández Claire tuvo 50 exposiciones individuales y más de 100 colectivas, en países como Francia, Suiza, Bélgica, Cuba, Reino Unido, entre muchos más. Sus fotos se encuentran en colecciones importantes como el Museo Nicéphore en Niepce, en Francia; El Museo de l’Élysée, en Suiza; y el Portland Museum of Art en Estados Unidos. Obtuvo en siete ocasiones la beca de creadores del Fonca, y en 1996 la beca Leica The Mother Jones Foundation en San Francisco, por nombrar algunas.

Aunque muchos no conocimos a José Hernández Claire, él siempre dijo que sus fotografías son autorretratos, espejos que reflejan sus intereses y experiencias. A través de su obra, podemos entender quién era, qué le preocupaba, qué quería cambiar.

 

Referencias

Canal 44. (2015, enero 5). José Hernández Claire. Medios UDG. https://www.youtube.com/watch?v=-wZzHzJsSAs

El Informador. (2010, mayo 29). Hernández Claire cruza la frontera con sus migrantes. El Informador. https://www.informador.mx/Cultura/Hernandez-Claire-cruza-la-frontera-con-sus-migrantes-20100529-0197.html

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