El amante de Doña Radio: Álvaro González de Mendoza

 Por: Marylú Vallejo Bárcenas

 

El 16 de julio de este año se apagó la voz del hombre de ocho oficios, Álvaro González de Mendoza, quien fuera uno de los fundadores de Radio Universidad de Guadalajara. Víctima de un paro cardiaco se fue el verbotraficante de Guadalajara.

El “iconoclasta, filólogo, taumaturgo, malesposo, hablador, redactor, aprendiz de todo” tuvo, según sus cuentas, 28,800 días, 13 horas y 45 minutos de vida. Una vida llena de aprendizaje y conocimiento. Una vida dedicada a Doña Radio y a Doña Historia.

Álvaro amó a la Radio hasta el último día de su vida. En uno de sus textos titulado “Mi amor por Doña Radio” describe su relación: “También es asunto íntimo entre tú y yo, esa confesión amatoria dicha con más intuición adolescente que razón madura y en términos de ‘¡algún día me integraré a tu ser íntimo!’ Y mira, o más bien oye, mal que bien lo he logrado. ¡34 años subiendo y bajando de antenas, no son cualquiera cosa! Encantos y desencantos y no digo que por tu culpa –culpa no hay-, sino por mi necio amor a ti convertida en antenas de todo tamaño y poder”.

Gilberto Domínguez, quien fuera su colega y seguidor por muchos años en Radio UDG, lo describe como “una persona amante de Doña Radio. Era como una especie de interruptor, a él le gustaba interrumpir y luego le gustaba decir que no lo interrumpieran mientras interrumpía. La mayor parte de su obra se la dedicó a la radio que era lo que le apasionaba. De la radio tenía ideas muy particulares, él decía que era un gran medio de comunicación que se había rendido al márquetin, y le llamaba márquetin porque le gustaba dirigirse a la mercadotecnia con desprecio. Con un desprecio particular porque él siempre consideró que debía haber otras reglas en el juego. Tenía que haber, entre la radio y quienes la escuchaban, un juego de entendederas, un juego de inteligencias que se ponían en diálogo”.

En 1974 comenzó su camino por las ondas hertzianas con su programa “Páginas Adentro”, en Radio UDG, un programa de análisis de la prensa nacional en tiempos donde hablar directo sobre política no era la mejor opción. Antes de eso, de 1969 a 1971 fue reportero de la sección local en El Informador; así como productor independiente de documentales audiovisuales durante dos años.

El “Vallero Solitario”, como él se presentaba, logró en sus radioescuchas una adicción, con sus palabras los encantó y con su diálogo tan directo, los enamoró. Un diálogo que rompía las barreras entre el público y el locutor. Siempre habló de tú, respondía los comentarios de sus seguidores y se preocupaba no por tener una voz agradable sino por las ideas que transmitía. “Era como caer perdidamente hechizado por sus ideas, por lo que decía y, sobre todo, por cómo lo decía. Él era una persona que hacia ‘radio de autor’; lo que él hacía en radio era como un paralelo a la literatura, es decir, era una literatura oral detrás de la cual había un autor: Álvaro González de Mendoza”, platica Gilberto.

En 1982 dejó el cuadrante de Radio UDG para buscar nuevos horizontes. Gracias a una invitación decide trabajar para la BBC y emigra a Londres. Ahí vivió durante seis años, trabajando como productor de radio ads-crito a Latinoamérica. Pasaba horas en la biblioteca del Museo Británico, leyendo panfletos mexicanos, sentado en la banca número 47, dónde algún día se sentó Carlos Marx. “Regresó a Guadalajara por el cariño tan especial que le tenía a Radio UDG”, recuerda Gilberto Domínguez.

Después de un año de transmitir el programa “Entre la historia y la historieta”, Álvaro González sesionó para el “Diario de Debates del Senado de la República” y fue coordinador de México en el Mundo, una colección de ocho tomos sobre la historia exterior de este país.

Su humor negro fue algo que lo caracterizó. Un humor agudo. Cuando le preguntaban: “¿cómo estás Álvaro?”, él siempre contestaba: “Mal, gracias”. En la ausencia de un título universitario, colgó uno en el baño de su casa que decía que no tenía título. “Así cuando le decían: ‘Álvaro es que tú no tienes título”, él respondía: ‘sí, yo tengo un título que dice que no tengo título’”, dice Domínguez. Precisamente ese juego con las palabras fue otra de las características de este verbotraficante, y esa pasión por la filología lo llevó a decir: “¿Qué dices cuando dices lo que dices?”.

Los últimos años de su vida estuvo trabajando en el Sistema Jalisciense de Radio y Televisión con el programa “Hasta agotar existencias”, además de impartir clases de “Arquitectura del Lenguaje” en la Escuela Superior de Arquitectura.

Radio UDG le debe su estilo de locución, su forma, su métrica a Álvaro González de Méndoza. Fue un hombre que luchó por transformar a su eterna enamorada: Doña Radio. Un hombre que trabajó para que sus ideas tras-cendieran y no sólo su voz. Fue una presencia que dio identidad a la radio universitaria y tapatía. “El trabajo de Álvaro en la radio se convirtió en la voz que levantaba en las mañanas, la persona en quien se podía confiar respecto a una información, una voz cariñosa que te hablaba del lugar donde estabas parado o sentado, una voz de la que aprendiste a desarrollar algo del oficio, obviamente eso tiene un grandísimo valor. Es como él decía: la luz había derrotado a la obscuridad, y yo decía en un texto sobre él que su voz había derrotado al silencio de la ignorancia”, afirma Gilberto Domínguez.

En su último programa, Álvaro se despidió de su público, sus acompañantes, en varios idiomas. Pero se llevó consigo la satisfacción de transmitir sus ideas, de convertirse uno mismo con Doña Radio, de ser una voz significativa para la radio tapatía. Logró convertirse en una gran ausencia. Nosotros acá Álvar, allá tú.