La cobertura de la (in) seguridad pública en la prensa local

 

Por Fabián Ramírez Flores

 

 

2010 fue un año violento en el estado de Jalisco. Fueron doce meses en que las ejecuciones, secuestros y detenciones fueron en ascenso. Los reporteros encargados de informar al lector sobre los temas de seguridad o de inseguridad, tuvieron que enfrentarse a situaciones más violentas que el año en 2009.

La cobertura que los medios de comunicación han hecho sobre los temas de seguridad, debe ser analizada por los diferentes actores que integran la sociedad y no sólo por quienes forman parte de las industrias periodísticas. Las noticias sobre ejecutados y enfrentamientos entre los miembros de diferentes grupos del crimen organizado y entre éstos mismos y policías, fueron una constante en las secciones de los diarios locales donde se tocan estos temas.

“Un día aparecieron tres cuerpos despedazados a las dos de la mañana en El Coli. A las diez de la mañana aparecieron otros tres en Tlajomulco. En la noche encontraron otros dos en la misma zona de Tlajomulco, y en la madrugada hallaron otros tres”. Para Martín Patiño, supervisor de la sección “Seguridad” del diario El Informador, los hechos violentos se volvieron cotidianos en 2010. El aumento de estos casos no deja de sorprenderlo, los describe como una “violencia gigantesca”, en la que ya no sabe qué le tocará cubrir al siguiente día y no queda más que preguntarse: “bueno, ¿y ahora qué sigue?”.

Para Sergio René de Dios Corona, periodista de larga trayectoria en diferentes medios locales y columnista actual de El Informador, el panorama para los comunicadores en 2010 fue complicado, pues se enfrentaron a situaciones de alto riesgo. “Cuando cubres esa fuente (seguridad), el policía o el funcionario que tienes al lado o que has entrevistado, luego resulta que es un delincuente ligado a una banda”. Expone su preocupación por los reporteros de la fuente de seguridad pública, ya que suelen relativizar los peligros que enfrentan, lo cual considera un error.

Emigdio García, editor del diario de nota roja Metro, el cual proporciona las notas informativas a la sección de “Seguridad” del periódico Mural, afirma que en 2010 hubo mayor cobertura de actos violentos porque éstos aumentaron de manera significativa en los alrededores de la capital de Jalisco. Reconoce que: “las ejecuciones, los descuartizados o los colgados de puentes, son manifestaciones que se empezaron a dar en ciudades de la frontera como en Tijuana, pero ahora ya las tenemos en  Guadalajara”.

Sin embargo no sólo el número de hechos ascendió, sino que en 2010 fueron más violentos que el año anterior, asiente Martín Patiño, supervisor de la sección de “Seguridad” de El Informador. Interpreta que la violencia se agravó debido a que en octubre de 2009 y en mayo de 2010, capturaron en tierras jaliscienses a líderes del cártel de “Los Valencia”. “Los detienen y recrudece la violencia, es cuando se dan los destazados (cuerpos mutilados en pedazos). La pugna entre los miembros de un cártel es por quedarse con el liderato total”, asevera Patiño.

El ambiente de violencia que se vivió en Jalisco en 2010 fue retratado en los periódicos. Afortunadamente quienes muchas veces se exponen a peligros en los que se juegan la vida, han sabido librar esta batalla y pueden seguir con su práctica periodística, aunque a veces no con la libertad de expresión deseada.

En la edición 2009 del Informe sobre Medios de Comunicación y Derecho a la Información en Jalisco, Marylú Vallejo dio cuenta de cómo algunos reporteros de la revista Proceso Jalisco y el diario Público Milenio llevaron a cabo su labor periodística en un entorno de enfrentamiento entre los grupos delictivos y las policías, lo que pone en riesgo la integridad de los periodistas. Para la presente versión del Informe se consultó a otras voces que no se habían escuchado, como las de los comunicadores de El Informador y Mural.

 

Los medios también deben procurar la seguridad de sus periodistas

La seguridad de las calles y el bienestar de los ciudadanos es responsabilidad de las policías de los tres niveles de gobierno. En el último año los medios de comunicación y los periodistas han insistido a las autoridades gubernamentales en que se les dé mayor protección, sin embargo, también hace falta que las propias empresas mediáticas volteen a verse a sí mismas para evaluar si los mecanismos de protección que tienen hacia sus propios periodistas, están en el camino correcto para prevenir o responder ante alguna agresión por parte de los grupos del narcotráfico.

Sergio René de Dios apunta que a los dueños de medios de comunicación no les interesa la suerte de los periodistas, salvo en contadas excepciones. “La mayoría de los propietarios de medios son empresarios, no periodistas, y por lo tanto razonan en términos de ganancias, inversiones, capital, y poco en cuanto a interesarse por la seguridad de su planta reporteril; tan poco les importa, que la mayoría de los reporteros obtienen sueldos bajos o hasta miserables en muchos casos”. Sergio René critica a las empresas mediáticas que muestran poco interés por las condiciones laborales de los reporteros, y por tanto, deduce, la integridad física de los trabajadores tampoco es un asunto prioritario.

Son diversas las tácticas que los medios utilizan para proteger al cuerpo corporativo y a los propios reporteros. En el caso de El Informador, Jorge Verea, coordinador editorial, afirma que este periódico tiene una línea editorial en la cual se consignan los hechos de seguridad pero las notas publicadas no se firman por los reporteros, independientemente de la sección que sea, lo cual considera “de entrada, un mecanismo de protección al reportero”. Además, aclara que los hechos relacionados al tema de seguridad sólo se tratan si tienen una gran relevancia. “La política es no intentar vender un número mayor de ejemplares basándonos en la violencia y no explotar el morbo. Lo que suceda tenemos la obligación de reportarlo y se consigna donde debe estar. El día que nos toca un magnicidio pues lo incluimos, pero el mensaje al lector es que El Informador no intenta vender un ejemplar más con base en la nota roja”, detalla Verea.

En el mismo tenor, Alejandro Cabanillas, jefe de información de este periódico, coincide en que se respalda a los reporteros al asumirse este diario como responsable de todo lo que se publica, por lo que las notas sin firma son: «una forma de proteger la identidad e integridad de los reporteros”.

Al parecer dicha política editorial toma más fuerza y sentido que antes en éste y demás medios impresos locales, ante el panorama de violencia al que se enfrentan día a día los reporteros, con el afán de proteger a sus trabajadores. Ya es constante y cotidiano que las notas de los impresos no estén firmadas por los reporteros que las escriben. «MURAL/Staff», «Público. Redacción» son firmas con las que el lector se topa con mayor frecuencia en los diarios. La decisión de que una nota no se le acredite al reportero se toma de manera colegiada en la mayoría de los casos, para no ponerlo en riesgo y no se le atribuya que investigó una información que fue difundida por alguna instancia oficial, y así evitar que los integrantes de los grupos del crimen organizado tomen represalias.

A pesar de que en el país se presenta un aumento de amenazas verbales contra periodistas, que pueden ser vía telefónica, correo electrónico, recados o de cualquier otro tipo, quienes se encargan de cubrir los temas de seguridad en medios locales, señalan que se sienten protegidos por la empresa para la que trabajan, y que a diferencia de las ciudades del norte del país, en la prensa tapatía aún no se presentan agresiones directas o amenazas contra algún reportero.

Omar Ruvalcaba, reportero de la sección “Seguridad” de El Informador, señala que en los tres años que lleva cubriendo esta fuente en diferentes medios, siempre lo respaldaron. “El poco tiempo que llevo aquí (en El Informador) siempre me han apoyado. En los otros medios también. Yo creo que no ha habido esa falta de apoyo, desde el editor hasta el director», afirma.

Santiago Vega, reportero de investigaciones especiales de la sección “Seguridad” del periódico Mural y de Metro, ambos de Grupo Reforma, califica que en esta casa editorial se está haciendo lo suficiente para garantizar la seguridad de sus reporteros, “Yo creo que Mural sí ha hecho acciones concretas para protegernos”. Comenta que hay medios en los que ni siquiera se cuenta con un reglamento y esto contribuye a que sus trabajadores estén en riesgo constante. “(los medios) Dejan a sus reporteros ir a comer, ir a fiestas, o entablar una relación con sus fuentes. Eso los puede llevar a un riesgo mayor. Yo estoy seguro que nunca voy a ir a una fiesta de un Ministerio Público si soy invitado por él, que me diga: ‘vamos a una fiesta aquí al Canelos’, pues no iría, porque para empezar lo tengo prohibido. Si se enteran me corren”.

En caso de alguna amenaza o cualquier tipo de agresión a la que se enfrente el medio, Emigdio García resalta la importancia de un manual que generó Grupo Reforma, en el que se marcan lineamientos «muy específicos para que reacciones no sólo cuando sucede algo, sino para tratar de evitar que suceda algo. Es un manual que tiene su renovación cada cierto periodo y que se difunde en toda las empresas del grupo”.

A pesar de que no existe capacitación especializada para tratar los temas de seguridad, Martín Patiño subraya que trabajar apegados a la línea editorial del medio garantiza una mejor práctica del oficio. Agrega que cuando suceden hechos violentos que pudieran representar un riesgo para el periodista y para el medio, es recomendable entablar una comunicación directa y constante con los directivos y el equipo editorial del diario.

Aunado a lo anterior, Cabanillas complementa que en El Informador se alienta al reportero a tener más conciencia de los hechos de violencia y seguridad, pero reconoce que en el camino de la autoprotección aún falta un tramo por recorrer. “En realidad creo que podemos hacer muchísimo más por capacitar a los reporteros. Hemos distribuido algunos contenidos que tienen que ver con recomendaciones, por ejemplo de ‘Reporteros sin fronteras’, o manuales para su propia protección. Siendo autocríticos el tiempo nos tendrá que obligar a tomar más medidas en un futuro cercano”.

En los últimos diez años, 68 comunicadores fueron asesinados en el país, de éstos, 55 perecieron en el sexenio del presidente Felipe Calderón. De acuerdo con la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el conteo de periodistas asesinados en México en 2010 quedó en 14. Otras fuentes señalan que es mayor el número de reporteros que quedaron sin vida el año pasado. La Comisión de Investigación de Atentados a Periodistas adscrita a la Federación Latinoamérica de Periodistas señala que fueron 17 los periodistas victimados.

Patiño especula que algunos de estos homicidios tal vez se dieron porque los periodistas agredidos tenían algún vínculo con el narcotráfico o porque estaban en el lugar menos indicado: “Hay seudoperiodistas vendidos con unos o con otros (bandos criminales). ‘Es que lo mataron por escribir’, pues no, lamentablemente los narcos los matan para llamar más la atención”. Agrega que, desde su parecer, la mayoría de los reporteros asesinados son de medios regionales que no siguen una línea editorial concisa y que no cuentan con el respaldo de su medio. Omar Ruvalcaba coincide con lo anterior y añade que el reportero siempre debe de actuar apegado a la ética para que no resulte perjudicado.

Con relación a estas ideas, Sergio René concluye que las empresas periodísticas deben actuar en dos líneas: una que contribuya a la protección seria, real, de sus periodistas, y otra que exija que las autoridades federales, estatales y municipales tomen su responsabilidad de asegurar el bienestar de los ciudadanos y del gremio. “El problema es que las autoridades no pueden garantizar ni su propia seguridad, como hemos visto, sin que esto sea una excusa para justificar su ineficiencia, complicidades y parsimonia”.

 

Tratamiento de la información: ¿reportar, analizar, explicar o investigar hechos?

“Consignan a asaltante de tráileres confeso”, “Termina fiesta de militar en un choque», «Abaten policías a ladrón de autos”, “Encuentran cinco ejecutados en la ZMG”, son los titulares que aparecieron en diferentes fechas de 2010 en la sección de seguridad de periódicos locales.

La mayoría de la información que los medios impresos ofrecen a sus lectores se limita a dar cuenta de acontecimientos y describirlos. Se deja a un lado la explicación del porqué suceden este tipo de hechos relacionados con la violencia y son contadas las veces en que se puede leer el análisis de los mismos en las páginas de los diarios. No basta con que los medios nos informen qué pasa, sino que, en la medida en que nos expliquen a profundidad las razones sociales, económicas y culturales por las cuales cada vez aparecen más “decapitados”, “entambados”, “torturados”, “disueltos”, “encobijados” y “levantados”, mayor será la compresión que se pueda tener del clima del violencia que se vive en el estado.

Jorge Verea califica que el tratamiento de la información es poco serio en todos los medios, no solamente en los periódicos. Los medios utilizan un tinte de morbo, contrario a una perspectiva que aporte a la comunidad y a la resolución de los conflictos que se viven todos los días. “El periódico (El Informador) debe decir lo que sucede pero no debe de abusar de la comunidad generando un clima de terror en el que al rato se genere una psicosis colectiva. Tenemos que ser muy responsables ante este tipo de hechos y darle su dimensión exacta. Es dar cuenta de los hechos y punto”, advierte.

Los medios de comunicación corren el riesgo de convertirse en voceros de los narcos en el afán de informar y vender, sin percatarse, o en el peor de los casos sin querer darse cuenta del rol que juegan en la sociedad, analiza Sergio René: “Así ha sucedido, por ejemplo, con las narcomantas. Los narcos han pasado de las disputas violentas por los mercados de la droga, a la disputa violenta por la opinión pública”, por lo que se vuelve necesario analizar cómo se está cubriendo el tema.

Alejandro Cabanillas señala que algunos medios impresos locales han caído en la tentación de aumentar las notas de hechos violentos en sus páginas y de llevarlas a su portada porque se cree que este tipo de información genera más venta de ejemplares y mayor tráfico en sus sitios en Internet. “Hay una serie de valores que tiene esta información que involucra a muchos lectores interesados en el morbo de los muertos, de los heridos, de los hechos noticiosos que tienen que ver con exaltar o exponer la violencia misma”. Reconoce Cabanillas que la paranoia en torno a la violencia sí aporta más lectores a algunos periódicos, pero afirma que hay más lectores que quieren tener información de servicio para poder tomar decisiones aunque parezcan mínimas, como decidir por cuáles calles sí se puede pasar y por cuáles no en caso de que suceda un hecho violento. “Estoy convencido que sí hay mucha gente que sólo compra el periódico por leer una nota roja, pero hay más lectores potenciales que quieren saber cómo evitar estar en los hechos de violencia”.

Emigdio García manifiesta que los reporteros de Metro y Mural trabajan bajo dos esquemas. Por una parte están quienes se encargan de dar cuenta de los hechos de emergencia que suceden durante el día, como accidentes viales, y por otro lado están los reporteros, que con el paso de los años adquieren un grado de especialización y se encargan de los temas que requieren una investigación formal. “Se procura ofrecer al lector por un lado las cuestiones del día y por otro lado la cuestión preventiva, dándole información a lector que le permita tomar mejores decisiones. Además existe el área especializada en investigación de profundidad, en donde ya hay una planeación integral para investigar un hecho o un tema en específico».

Cabanillas explica que en El Informador los temas policiales están orientados al servicio de la comunidad y a revisar las políticas públicas alrededor de la seguridad, y no a enfatizar o hacer investigación sobre narcotráfico. «Estamos comprometidos con la información de servicio y estar revisando la actuación de las policías municipales y del Estado”, explicó.

De acuerdo con Emigdio, editor de Metro, la postura que asume Mural frente a la sociedad es informar al lector de los fenómenos criminales para que pueda tomar decisiones que le ayuden en su vida cotidiana. Santiago Vega, reportero de la fuente de seguridad desde hace seis años, detalla que en Mural se trabaja con una agenda propia sobre reportajes especiales que ningún otro periódico vaya a producir o que esté relacionado con la información que generan los órganos de Comunicación Social de las diversas corporaciones encargadas de la seguridad pública.

Jorge Verea, afirma que en El Informador la política editorial es que en los hechos relacionados al narcotráfico sólo se consigna lo que sucedió en las páginas de la sección “Seguridad” y no en la portada del diario, con el fin de no cumplir el propósito de la delincuencia organizada de hacer públicas y exaltar sus acciones. “Nosotros consignamos lo que sucede. Nosotros no andamos haciendo investigaciones, no somos ministerios públicos para andar investigando sucesos de narcotráfico».

En 2010 reconocidos académicos e intelectuales hicieron un llamado a los medios de comunicación para que éstos no siguieran reproduciendo el discurso del Gobierno Federal. Un discurso en el que las muertes de miembros del crimen organizado tan solo significan un número más para legitimar la guerra contra el narcotráfico. Por el contrario, les solicitaron que caminaran hacia mensajes en los que ninguna muerte es necesaria si se piensa en otra estrategia para combatir al crimen organizado.

En cuanto al tratamiento de la información de carácter nacional, Daniel Taborda, supervisor de la sección “Nacional” de El Informador, describe que la cobertura de temas relacionados con seguridad se trabaja desde la perspectiva de las políticas de seguridad pública, en la que los sucesos delictivos y violentos se contextualizan. “La consigna es contextualizar todo lo posible de forma tal que no vayamos únicamente con el hecho de sangre nada más, sino con el contexto político de cada situación. Tenemos nuestro anillo de expertos, de analistas, de gente que entiende del tema, sobre derecho penal y legislación, sobre derechos humanos, de forma tal que al día siguiente publiquemos algo más reflexionado», detalla.

Para Alejandro Cabanillas el año 2010 fue más difícil informativamente con respecto a 2009, ya que en el ámbito nacional ocurrieron hechos importantes de los cuales ha sido difícil comprobar la información “porque no tenemos las herramientas para poder hacerlo”, a diferencia de otros medios como Mural o Público Milenio que pertenecen a grupos editoriales con presencia en la capital y otras ciudades del país.

Mientras que en El Informador es impensable que un hecho de sangre aparezca en portada, en Mural apareció una fotografía que mostraba los cadáveres de los 72 migrantes que fueron encontrados en Tamaulipas. Son diferentes las posturas de los diarios locales para tratar este tipo de información, los cuales son cuestionados desde el punto de vista ético y editorial.

“Sin duda creo que en Guadalajara el periodismo ha avanzado en ser consciente de la sociedad en la que estamos viviendo. Hay mucha denuncia de carácter social y política en los medios principales: El Informador, blico y Mural. En la parte de seguridad estamos mucho más concentrados al servicio”, deduce Cabanillas. En contraste, en 2010 apareció el diario Express de Grupo Milenio, una publicación que se suma a la oferta de “nota roja” tapatía: Metro de Grupo Reforma, El Sol de Guadalajara y La Prensa de Jalisco de Organización Editorial Mexicana.

 

El miedo se convirtió en una sensación cotidiana durante el trabajo

Emigdio García manifiesta que durante 2010 el temor a alguna agresión se fue incrementando en las redacciones de los periódicos locales. “Ya es un tema que está en la cotidianidad de los reporteros y grupos editoriales. Es más palpable que pueda haber una reacción en contra por alguna publicación”. Abunda que han llegado a pasar días en los que se trabaja con miedo. “Yo siempre lo veo como que no hay héroes. No hay que tratar de sacar información ni arriesgar todo, incluso la vida, la integridad física”. Subraya que no obstante la tarea de los reporteros es encontrar la manera de trabajar siempre bajo protección, y que las practicas periodísticas deben evolucionar conforme a la realidad.

Jorge Verea considera que los periodistas a veces exageran porque resulta que cualquier periodista que muere “le estamos echando la culpa al crimen organizado y no necesariamente es así, también existen problemas familiares, personales y demás”.

En el diálogo que Daniel Taborda establece con los reporteros de otros medios, él percibe que no hay una sensación de miedo entre ellos y que más bien se piensa que en Jalisco no van a llegar las agresiones. “Sí sabemos de anónimos que han aparecido en Jalisco, cabezas de cerdos con cartulinas con nombres de reporteros, aún así, eso es lo más grave que nos ha pasado (a los medios), aún así los propios reporteros que se ven involucrados en estos anónimos, son hasta valientes porque no piensan en ninguna protección para ellos ni para su familia”.

Respecto al caso anterior, Martín Patiño agrega que la policía encontró una cabeza de puerco en una hielera, afuera de La Mojonera, con siete mensajes y una cartulina con nombres de funcionarios de gobierno y autoridades que supuestamente estaban en lo nómina del fallecido narcotraficante «Nacho Coronel»: «ahí (en las cartulinas) se encontraban los nombres de tres periodistas, ya grandes de edad, de medios impresos. El más joven rebasa los 40 años. Uno es de tele y otros dos de periódicos”. A pesar del hallazgo, Patiño pone en tela de juicio que la información escrita en las cartulinas sea real porque el mensaje era anónimo: “así como pusieron a estos tres colegas, bien pudieron haberme puesto a mí o a mis compañeros”.

El caso anterior puede considerarse como la única amenaza del crimen organizado que han recibo periodistas, pues el resto de las fuentes consultadas aseguran que no ha habido algún otro acto directo en contra de reporteros;; sin embargo, entre otras fuentes del gremio periodístico se afirma que en total fueron cuatro los amenazados y que incluso uno de ellos tuvo que abandonar su trabajo y emigrar.

Omar Ruvalcaba señala que a diferencia del reportero de cultura, deportes o espectáculos, el que cubre la nota roja tiene que ser valiente y con muchas agallas para poderse enfrentar a la violencia misma y a las autoridades: “si te dejas te atacan”. Señala que para las mujeres el panorama a veces es más complicado porque se cree que no cumplen con las características anteriores. Resalta que la mayoría de quienes cubren la fuente policial son hombres, y solamente hay dos mujeres: Grettel Rosales de Mural y Elsa Martha Gutiérrez de Televisa.

Además de tener cuidado con la información que se publica y cómo se publica, Santiago Vega sugiere que los reporteros deben actuar con mucha discreción y precaución porque los grupos del crimen organizado en disputa pueden llegar a pensar en un momento que: “si tal cuate te dio algo, entonces estás con ellos y eso te pone en riesgo». Manifiesta que nunca se ha enfrentado a alguna amenaza abierta, no obstante padece un alto y cotidiano nivel de estrés debido a las coberturas de hechos e investigaciones especiales. “Andas con un carácter muy irascible, volteando hacia todos lados, caminas en sentido contrario. Ya después te das cuenta que no puedes seguir así, que no es sano. No le hace bien a nadie, ni a ti, ni a tu familia, que te vean que estás estresado o temeroso”.

Ahonda sobre los cuidados personales que implementa para autoprotegerse. Si alguien llama a su casa y pregunta por él, quien conteste el teléfono lo negará. Incluso prefiere no exponer su nombre, ni siquiera en los recibos de los servicios de televisión por cable, Internet, Nextel. Solamente su familia y su círculo íntimo de amigos saben a qué se dedica. Estas son algunas precauciones que toma Santiago Vega, pero hay otras que dice, con la experiencia ya las hace en automático, “como detectar a alguien sospechoso, o si ves un carro en una cuadra y luego te lo topas en otra, tu instinto te pone alerta”.

Santiago relata que para “sacar” la tensión y poder trabajar bajo la presión que se genera en el ambiente de hechos violentos e información relacionada con grupos delictivos, recurre a actividades de esparcimiento familiar y a practicar deportes como box o levantamiento de pesas, para distraerse y canalizar el estrés y el enojo. “En días de descanso nadie de mi familia me pregunta sobre mi trabajo, así sea el tema del año como cuando mataron a “Nacho Coronel”. Nadie de mis amigos llega y me dice: ‘a ver güey cuéntame, cómo estuvo’. Ya saben que por salud mental yo no hablo de eso. No puedo estar las 24 horas del día viviendo con eso”.

 

Los periodistas: ¿un gremio desunido o inexistente para hacer frente a las agresiones?

El sábado 7 de agosto, bajo la consigna “ni uno más”, cerca de mil camarógrafos, reporteros, fotógrafos, locutores y conductores, se manifestaron en las calles de la Ciudad de México para repudiar la violencia que padecen ellos mismos o algunos de sus colegas y exigir que el gobierno los proteja y les garantice mayor seguridad.

Al llamado del movimiento “Los queremos vivos”, que rápidamente supo aprovechar Facebook y Twitter para convocar a los comunicadores a manifestarse, periodistas de distintos estados como Baja California, Coahuila, Nuevo León, Michoacán, Oaxaca y Chiapas, se unieron para demandar respeto a su libertad de expresión. Mientras se manifestaban los profesionales de la información de diversos medios, en Jalisco no pasó nada. Pareciera que entre los trabajadores de los medios locales no existe una cohesión y solidaridad para hacer frente a esta problemática que, si bien no se vive con tanta fuerza como en otras entidades del país, no están exentos de padecerla.

Sergio René de Dios nota que entre los periodistas de Guadalajara es poca o casi nula la solidaridad, pues cada quien está metido en su trabajo, en su propio medio y poco voltean a ver lo que ocurre en otras empresas. Entre las razones supone que esto se debe a que las empresas en las que laboran no les permiten tener contacto con demás reporteros de otros medios, o porque no cubren fuentes relacionadas con la seguridad pública o, en el peor de los casos, porque simplemente no les interesa.

De acuerdo a las políticas de Grupo Reforma, Santiago Vega asegura que es difícil convivir mucho con sus colegas de otros medios. Afirma que, por lo menos hasta donde él sabe, no han amenazado a ningún reportero de prensa, radio o televisión. “No nos andamos cuidando en grupo por las políticas que tengo que seguir”.

Pese a que entre los grupos editoriales y de mercadotecnia de cada empresa mediática hay rivalidades por ser el líder en la información y en las ventas, Martín Patiño considera que aunque el grupo que cubre la fuente de seguridad es reducido, la mayoría de sus miembros son unidos y sólo algunos cuantos son los que toman distancia. Platica que cuando aparece la cobertura de algún hecho violento que no sucedió en la zona metropolitana de Guadalajara, todos los reporteros de los diferentes medios se organizan para encontrarse en algún punto, antes de manejar por carretera, para irse cuidando unos a otros durante el trayecto y manteniéndose en constante comunicación para asegurase que todos están bien.

Que no existiera ninguna manifestación en Jalisco respecto al tema de la inseguridad y la violencia en contra de los periodistas, le extrañó a Daniel Taborda, de origen argentino y parte del equipo de El Informador desde hace ocho años. Él esperaba por lo menos algún pronunciamiento por parte de los periodistas o de las empresas mismas. “Me da la impresión de que en Jalisco todavía el gremio como tal no está organizado. No tiene representación. Ni siquiera hubo un comunicado de prensa o un petitorio a las autoridades. No hubo absolutamente nada”, lamenta.

Pese a que no hay una política en general que manejen los medios para saber cómo reaccionar a agresiones o amenazas, Taborda cree que este tipo de respuestas se dan con base en lo que sucede en el momento, porque no hay un marco referencial a partir del cual se construya una política de acción “contra algo que sí es político por parte del crimen organizado, ellos sí tienen una coherencia política, ellos sí se organizan en forma coherente, nosotros los periodistas no”.

Al respecto, Sergio René destaca que los sindicatos de las empresas mediáticas de Jalisco “brillan por su ausencia: no han dicho esta boca es mía, no han exigido mayor seguridad, no se han manifestado ni nada. Saben cobrar cuotas, eso sí”.

2010 fue el año en que la “guerra” contra el narco cobró más víctimas civiles y capos caídos. Tiempo en el que más periodistas fueron asesinados sin que ningún caso se esclareciera ni se encontraran culpables. Los ojos de la prensa internacional se volcaron a México, y el Gobierno Federal simuló tener un diálogo con distintos actores sociales para ver si se animaba a cambiar su estrategia para combatir el narcotráfico, pero semanas después siguió informando que el Ejército se mantendría en las calles. Alcaldes, gobernadores y otros funcionarios públicos sufrieron atentados en los que algunos murieron. Los periodistas no dejaron de ser blanco de los cárteles de la droga ni de otros grupos de la delincuencia organizada, con lo cual la libertad de expresión se ha ido debilitando y los ciudadanos han visto quebrantado su derecho a una información veraz, oportuna y de calidad.

Tristemente esta situación parece que continuará, por lo menos hasta el final del sexenio de Calderón Hinojosa. Su batalla se ha concentrado en difundir a través de los medios de comunicación el mensaje de que en México “somos más los buenos que los malos”. Es preocupante ver que la campaña mediática del Gobierno Federal se caracteriza por querer contagiar a los ciudadanos de una especie de enfermedad colectiva, a la cual el colombiano experto en ética periodística, Javier Darío Restrepo, califica como el «síndrome del enemigo». Este síndrome se caracteriza porque “el bueno que se cree bueno (el gobierno), piensa que tiene el derecho de calificar a todos los demás como malos y además califica como bueno todo lo que él hace. Ellos pensaban que estaban obrando bien porque se creían del bando de los buenos y tenían la obligación de destruir a los malos. El que odia quiere contagiar su odio y quiere convencer a los demás que esos son los enemigos (los narcotraficantes)». Así pues, es tarea de los medios no contribuir a que esta enfermedad se siga expandiendo para que entonces el gobierno pueda legitimar los “daños colaterales” que ascienden a más de 30 mil personas muertas.