Presentación

2010: entre la inseguridad pública y el cambio tecnológico

 

 

En el transcurso de un año el orden de cosas en el mundo dio giros interesantes. Si 2009 fue el año de la crisis económica global, 2010 dio luces de cierta recuperación, lo cual impactó directamente en el desarrollo de los sis temas de comunicación mundiales y en muchos de los temas relacionados con el derecho a la información.

En un plano internacional, el año que concluyó fue un periodo en el que las redes sociales adquirieron una gran notoriedad social y cultural, pero también en el espacio financiero: particularmente Facebook y Twitter dieron pasos hacia su incorporación en las bolsas de valores. Es tas nuevas empresas son un fenómeno tecnológico, social y financiero, y según las predicciones más optimistas, seguirán transformando al mundo contemporáneo.

El concepto de red y el espacio que posibilita Internet también detonaron un nuevo proceso: el develamiento de información pública a través de un formato digital y difundida masivamente por el ciberespacio. Wikileaks, una organización de periodistas y ciberactivistas, dio mucho de qué hablar por la masiva filtración de 250 mil cables de la diplomacia estadounidense, en los que si bien se dicen cosas que el mundo ya intuía (la política militar de aquel país o cómo fue que después de la Guerra Fría las embajadas se convirtieron en centros de espionaje), los documentos corroboraron fehacientemente muchos de estos imaginarios de la política internacional, con pruebas y evidencias.

A la par del desarrollo de las redes sociales y de estos espacios de libertad informativa, los sistemas tradicionales de comunicación (prensa, radio y televisión) han experimentado un grave proceso de concentración en las últimas décadas. Es una tendencia global que cada vez sean menos quienes detentan la propiedad de los medios de comunicación. Y actualmente estos capitalistas están inmersos en fuertes disputas ante escenarios muy complejos y que mutan día a día, debido a la diversidad de caminos que ha posibilitado la nueva comunicación en red y el amplio universo al que hace referencia la palabra telecomunicaciones. Los objetos del deseo son muchos y algunos están a la vista. Por ejemplo, la propiedad del espectro radioeléctrico de una nación se ha convertido en una gran mina de oro, por todas las posibilidades de comunicación y de negocios que ofrece. Sin embargo, el espacio radioeléctrico no es infinito y numerosos competidores se quedarán fuera de la carrera. Por otro lado, muchos empresarios están perdiendo fortunas en tanto se establece un nuevo modelo de negocios para el mundo de las noticias. Si bien 2010 no fue tan terrible en términos económicos para los periódicos como 2009, todavía no se vislumbra cómo es que estas organizaciones superarán la gratuidad noticiosa que genera Internet.

 

La disputa por las telecomunicaciones en México

Evidentemente estas tendencias globales se pueden observar con mayor intensidad en algunas regiones del mundo y en otras aparecen más bien difuminadas. En el caso de México estas tensiones se manifestaron en diversas coyunturas. Una de ellas fue la famosa “Licitación 21”, que a grandes rasgos trata de la polémica decisión de la Comisión Federal de Telecomunicaciones (COFETEL) de entregarle una franja del espacio radioeléctrico a la empresa Nextel (que en un primer momento estuvo asociada con Televisa), para la implementación de servicios de telefonía celular a nivel nacional. Fue irregular porque esta empresa pagó 180 millones de pesos por 30 MHz, cuando su costo real es 28 veces más alto; en otras palabras, el Estado dejó de percibir casi cinco mil millones de pesos. Además, en el “concurso” de esta licitación sólo hubo un participante y no se permitió la competencia de otras empresas.

Otro de los reflejos de lo global en la agenda nacional, fue el decreto que el presidente Felipe Calderón publicó el 2 de septiembre de 2010, a través del cual se establecía un proceso para acelerar la implementación de la radiodifusión digital y establecía 2015 como fecha límite para dejar atrás las transmisiones analógicas de radio y televisión. Sin embargo, un grupo de legisladores presentó un alegato ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación por considerar el decreto anticonstitucional. Más allá de las lecturas jurídicas y políticas de este tema, baste recordar que por ejemplo, en la mayor par te de los países europeos el “apagón analógico” ocurrió desde hace un par de años o más. La falta de acuerdos está llevando a un fuerte rezago tecnológico al país.

Éstas y otras coyunturas (políticas, económicas y tecnológicas), al verlas como un todo nos hablan de un sistema de medios y telecomunicaciones que está transformándose y en plena adaptación a las tendencias globales. Sin embargo, la complejidad del caso mexicano avizora graves riesgos. La estructura monopólica y de alta con centración de medios de comunicación en el país, las relaciones poco transparentes y corruptas entre el sistema político y de medios, así como el contexto de una larga transición democrática mexicana, han hecho complicado este tránsito hacia los nuevos estadios de la comunicación. 2011 será un año en el que veremos intensas luchas por la posesión del espacio radioeléctrico y las concesiones para operar nuevos canales de televisión. El riesgo está en que la nueva estructura de comunicación en Mé xico copie el modelo político y de gestión que se generó hace medio siglo: uno poco democrático, en el que unos cuantos empresarios pudieron participar y con un régimen jurídico avocado a proteger a los radiodifusores y no así a las audiencias, y a los ciudadanos.

 

Una situación extrema: la violencia en México

2010 marcó violentamente al país. Fue un año en el que la violencia generada por el crimen organizado llegó a niveles inauditos. Algunos municipios y estados del país vivieron bajo el signo de la ingobernabilidad. Los muertos se contaron por decenas de miles y la estrategia de combate al crimen organizado no ha estado exenta de críticas y polémicas. Este tema, doloroso para todos los mexicanos, trajo incalculables consecuencias. Para la trama que nos ocupa, podemos enumerar algunas de ellas. Por ejemplo, la violencia en contra de los periodistas aumentó significativamente, tanto así que la organización Reporteros sin Fronteras consideró a México como el país más peligroso para ejercer esta profesión. En contraparte la respuesta del gremio periodístico ante esta situación de violencia fue más bien tibia. En agosto se organizó una multitudinaria marcha denominada “Los queremos vivos” y en la prensa de opinión se pudo verificar el repudio unánime del «círculo rojo” frente a los asesinatos de reporteros. No obstante, pocos medios de comunicación han hecho públicas las medidas que están tomando para atender esta contingencia y tampoco se ha observado que los periodistas se organicen con una mayor formalidad.

Según Samir Khader, ex productor ejecutivo de la televisora Al Jazeera y quien fuera entrevistado para el documental Control Room (2004), “no se puede hacer la guerra sin rumores, sin medios de comunicación o sin propaganda. Si quien planea una guerra no coloca a los medios de comunicación en la parte principal de su agenda, es un militar que hace mal su trabajo”. El gobierno federal bautizó como una “guerra contra el narcotráfico» a su política para combatir al crimen organizado. Y aunque la guerra mexicana no es una guerra tradicional, sí que hubo propaganda. Quienes habitamos este país seguramente ya nos acostumbramos a escuchar en la radio o la televisión los anuncios o noticias cotidianas de la captura de tal o cual capo, del decomiso de varias toneladas de droga o de la compra de nuevo armamento para el Ejército o las policías.

Esta guerra logró unir los esfuerzos de Televisa y Televisión Azteca, a través del proyecto Iniciativa México, un reality show que tuvo por objetivo buscar a organizaciones civiles (asistenciales en su mayoría) que estuvieran “trabajando por México”. El programa se transmitió los domingos por la noche en los canales de televisión de mayor audiencia, y su último episodio fue en el Auditorio Nacional, con la presencia de políticos e intelectuales, entre los que se encontraba en primera fila el presidente Felipe Calderón. Al final, los ganadores recibieron una suma de dinero como apoyo para su trabajo, pero el mensaje de fondo de estos ejercicios comunicativos, los cuales se desarrollaron en el marco de los festejos del bicentenario de la Independencia y el centena rio de la Revolución, era legitimar al gobierno y demostrar que en el país había mucho más que crímenes y violencia.

El coctel propagandístico que se generó fue abundante y digno de ser estudiado, pero sobre todo causó un efecto indeseable: una vez más, la opinión pública se polarizó entre quienes aplaudían la estrategia emprendida por el gobierno y quienes la denostaban. Los matices de esta discusión pública fueron pocos y este ambiente también se trasladó a los medios de comunicación, pues cada empresa tomó una postura. Las televisoras cerraron filas apoyaron al gobierno a través de proyectos como Iniciativa México, pero también en sus espacios informativos, a través de los cuales los mexicanos pudimos ver “en exclusiva” a los grandes capos, que luego de ser capturados por el Ejército o la policía federal, fueron entrevistados por Joaquín López Dóriga o Javier Alatorre, incluso antes de que los Ministerios Públicos tomaran su declaración. Por el contrario, una buena parte de la prensa escrita subió el tono de sus críticas, y en algunas publicaciones, como el caso de la revista Proceso, el tema se convirtió en una obsesión y semana a semana se publicaron textos altamente críticos, algunos de gran valor periodístico, pero otros que carecían de la rigurosidad necesaria para abordar estos temas.

 

Un informe sobre derecho a la información desde el encuadre local

Hasta aquí un breve recuento de lo que 2010 dejó en los planos global y nacional. ¿Qué decir de lo que ocurrió en Guadalajara? De ello trata precisamente el tercer informe Medios de Comunicación y Derecho a la Información en Jalisco. El informe está dividido en cuatro apartados: “Derecho a la información y transparencia”, “La televisión mexicana”, “Empresas y prácticas periodísticas” y “Los que se fueron”. En el primero de ellos Felipe Vicencio presenta un texto muy interesante que ayuda a entender cuál es el momento en el que se encuentran las propuestas legislativas para regular a los medios y las telecomunicaciones en México; por su parte, José Bautista Farías, académico del ITESO, entrega una evaluación de los primeros cinco años del Instituto de Transparencia e Información Pública de Jalisco, como fruto de un proyecto de investigación ciudadana de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMEDI), en su capítulo Jalisco.

El segundo apartado del informe es ecléctico, pues se compone de artículos que trabajan distintas temáticas de la televisión. El documento que abre este apartado es sobre la estructura y oferta de la televisión en nuestro país y particularmente en la ciudad de Guadalajara, es un ejercicio académico que la Dra. Sofía Paláu Cardona coordinó junto con estudiantes de la asignatura “Observatorio de la comunicación I». El siguiente artículo, firmado por los estudiantes Ana Elena Herrera y Fabián Ramírez Flores, aborda el tema de la televisión por cable y enfatiza el caso de Megacable, empresa de origen sonorense pero que tiene su mayor base de operaciones en la capital de Jalisco, que adquirió gran fuerza duran te 2010 al ser calificada como una de las empresas del sector con mayor crecimiento en América Latina.

También fue un año muy importante para la televisión en nuestra entidad: en enero de 2010 la COFETEL hizo oficial el otorgamiento de un permiso a la Universidad de Guadalajara para transmitir televisión abierta a través del Canal 44 y en julio el Instituto Politécnico Nacional comenzó a emitir su señal en la ciudad a través del Canal 27 (Once TV). Luego de dos décadas en que la estructura del sistema de televisión en Guadalajara permaneció inmóvil, en tan solo un año los tapatíos pudieron diversificar sus opciones televisivas hacia modelos públicos y culturales y no solo comerciales. Para el caso, Melissa Cervantes Vidrio hizo un recuento de cómo se gestó el Canal 44 y de sus prospectivas en 2011.

Por último, el capítulo cierra con un artículo de Bernardo Masini, en el que da cuenta de uno de los acontecimientos más importantes para la televisión internacional: los mundiales de futbol. La cantidad de dinero que se mueve en estas justas deportivas indudablemente determina su producción y sus características propias. En su artículo “El mundial de Sudáfrica: sin Ponchito pero con bolsillos llenos”, Masini nos da un repaso de este mundo y hace un análisis del papel que las televisoras mexicanas jugaron en la cobertura de esta justa deportiva en tierras africanas.

La tercera parte del informe documenta algunas de las situaciones más importantes que se viven en el periodismo local. Estos trabajos presentan sistemas en crisis. Los primeros dos textos retratan una realidad muy compleja: por un lado la alta vulnerabilidad de los periodistas mexicanos ante un clima de violencia que lejos de disminuir va en aumento, y por otro, de la participación, por acción u omisión, del Estado mexicano en la sistemática violación de los derechos de quienes dedican su vida al trabajo periodístico. Fabián Ramírez Flores entrevistó a diversos periodistas locales y construyó una narración que revela cómo ha sido la cobertura de algunos diarios tapatíos sobre el tema de seguridad. Por su parte, Oscar Franco, alumno universitario, documenta el caso de la reportera de Radio Universidad de Guadalajara, Jade Ramírez, quien fue amenazada y hostigada por sus trabajos sobre el tema de la posible construcción de la presa “El Zapotillo”. Estos dos artículos, que no agotan el tema, evidencian tres situaciones alarmantes: los gobiernos locales (estatales y municipales) son los principales represores y amedrentadores de periodistas en México; no existen mecanismos institucionales que protejan los derechos de estos profesionistas; y hay un gran aletargamiento de las empresas de comunicación, pero también de sus trabajadores, por generar redes de autoprotección frente a estos escenarios.

Los siguientes artículos se enfocan a un tema que al Observatorio de Medios le ha preocupado desde su primer informe (2009): las transformaciones de las empresas periodísticas, particularmente las del sector de la prensa escrita. En este sentido, Diego Mejía Picón continuó su trabajo de observación sobre la prensa escrita y ahora da cuenta del árido panorama del periodismo cultural en la ciudad y de la rápida e inexorable desaparición de los su plementos culturales. Por su parte, Juan Ignacio Pérez Pereda, estudioso de los asuntos internacionales, hace una radiografía sobre las formas de producción de algunas secciones internacionales de los periódicos tapatíos.

Por último y como ya es costumbre, hemos dedicado un espacio a aquellos personajes que dejaron de existir durante el año en comento. Para el observatorio de medios es importante documentar los cambios estructurales de los sistemas de comunicación, pero también dar cuenta de los sujetos que las integran. En 2009, por cuestiones de tiempos de edición, no pudimos incluir la semblanza de Pepe Galindo, un destacado periodista de la Universidad de Guadalajara y en esta edición del informe abrimos con un texto sobre él. Perla Blas narra la vida de Raúl Mora Lomelí, S.J., un sacerdote muy entrañable para el ITESO, pero especialmente para la carrera de Ciencias de la Comunicación. Por su parte, Carlos Enrique Orozco, coordinador del Departamento de Estudios Socioculturales, escribe sobre el fallecimiento del argentino Tomás Eloy Martínez, maestro de muchos de los mejores reporteros en activo de Guadalajara y fundador del diario Siglo 21. Por último, Francisco Núñez retrata la vida de Juan Pablo Rosell, un periodista de larga e influyente trayectoria, que nos dejó en los últimos días de 2010.

El informe sobre Medios de Comunicación y Derecho a la Información en Jalisco es un proyecto colectivo, fruto del trabajo de la Unidad Académica Básica denominada como “Sistemas de Información, Comunicación y Democracia”, así como de todos los estudiantes de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación del ITESO que han participado en el Observatorio de Medios. Esperamos que este trabajo sea de utilidad para los lectores del presente, pero sobre todo, que a los lectores del futuro les sirva como un referente de cómo se desarrolló 2010 en materia de medios de comunicación y derecho a la información en nuestra entidad.

 

Juan Larrosa Fuentes
Coordinador de Quid: observatorio de medios
ITESO / Invierno de 2010