Felipe de Jesús Vicencio Álvarez (1959–2012)

Graciela Bernal Loaiza

 

Llegó con tres heridas
Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.
Miguel Hernández

 

El jueves 11 de octubre de 2012 por la tarde recibí un correo cuyo remitente era de Felipe Vicencio. En ese correo no me escribía Felipe sino su hija Ana, colega y amiga, quien me pedía aplicara el examen a los estudiantes de derecho de la Comunicación de la carrera de Ciencias de la Comunicación del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), que su papá había programado para ese día. En un mensaje sencillo y austero, Ana se limitó a compartirme que su papá había tenido una recaída que le impedía asistir a la universidad. El horario del curso era de las 18:00 a las 20:00 horas. Mientras suplía a Felipe en su clase, él se encontraba en el hospital y hacía todo tipo de intentos para convencer a la enfermera de que no lo canalizara porque tenía que aplicar un examen a sus alumnos que lo esperaban en la universidad.

Creo que ni él, ni Luz María Huerta García, Lucero, su esposa, Ana, Aránzazu y María, sus hijas —las cuatro, sus mujeres— y mucho menos sus familiares, amigos, colegas y alumnos esperaban un desenlace inminente, a pesar de que la enfermedad que padecía ya tenía tiempo acompañándolo. Falleció al día siguiente, el 12 de octubre, día de la Virgen de Zapopan y de fiesta para un gran número de tapatíos y jaliscienses.

Felipe Vicencio, nació un día después de la natividad, el 26 de diciembre de 1959, en la ciudad de México. Creció en el seno de una familia que apostó como proyecto de vida participar activamente en el Partido Acción Nacional (PAN). Sus padres, Abel Vicencio Tovar y María Elena Álvarez Bernal en sus años mozos se forjaron en el servicio a los demás a través del trabajo que realizaron en acción Católica, y a partir de 1957, ya casados, dirigieron y concentraron sus empeños en los proyectos de familia y del partido.

Como lo comparte su mamá, María Elena Álvarez de Vicencio, en su artículo titulado “Quería cambiar al país, hacer política”:

Todos mis hijos nacieron en el PAN: sus paseos eran los eventos del partido. Las asambleas les eran muy festivas, porque los dejábamos tomar todos los refrescos y tortas que quisieran; llevaban sus juegos a las convenciones y así se entretenían. Nuestra participación en el PAN fue un activismo familiar, pleno desde el primer momento en que nos casamos, y así siguió; atendíamos por igual la importancia de la familia y de la política. Nuestra vida familiar fue una vida de panismo siempre, desde 1957 hasta que cada hijo formó su propia familia (2012: 31–32).

Y Felipe decidió hacerlo con Lucero, “el amor de su vida” después de terminar sus estudios de filosofía, que había comenzado en la Congregación de los Misioneros del Espíritu Santo de la ciudad de México, y optó por concluirlos en la universidad del Valle de Atemajac de Guadalajara, ciudad que eligieron para vivir y formar a sus hijas.

En 1987 Felipe y Lucero comenzaron su historia en Guadalajara, donde echaron raíces en diferentes entornos y con diversos grupos caracterizados todos ellos por el compromiso y servicio a la comunidad. Con amplia experiencia en ese tipo de proyectos se vinculó en tareas académicas y formativas en el Instituto de Filosofía, en el Instituto de Ciencias de la Compañía de Jesús, en el Colegio Guadalajara del Sagrado Corazón, y en lo que fue el área de Integración del ITESO. En 2010 regresó a esa universidad como titular de la asignatura derecho de la Comunicación.

Felipe, cuenta su mamá, fue un bebé que a los diez meses “aprendió a hacer discursos mudos y luego a hablar […] Comenzaba a manotear al aire tratando de imitar a su papá; después aprendió a hablar y lo hace muy bien”. Y vaya que aprendió a hacerlo, además de que tuvo una voz privilegiada que resultaba difícil no prestarle atención, lo que compartía, como las buenas comidas, no tenía desperdicio, se aprendía siempre de él.

Felipe fue amante de los libros. Carlos Ortiz Tirado, amigo entrañable, lo recuerda como un lector voraz capaz de no dormir por las noches por estar atrapado en la lectura. Leía de todo, aunque en opinión de Carlos, la filosofía y epistemología fueron sus grandes aliadas. A propósito de la Feria Internacional del Libro que se celebra cada año en la ciudad, Felipe escribió en 2011:

Leemos porque necesitamos remedio para la confusión, la ignorancia y el desaliento. Porque nos hace falta la ficción como remedio para una realidad que nos oprime, porque nos urge la reflexión como remedio a la inconsciencia que nos hace indiferentes y nos paraliza […] Leer es producir nuevos sentidos, significados múltiples a partir de nuestra experiencia y de la de quienes escriben. Es salir de nosotros aun con el riesgo de extraviarnos. Es dejar la inmovilidad de la ceguera para comenzar a andar por las rutas que va abriendo la luz de la lectura hacia un destino incierto y distante, que finalmente nos permita reencontrarnos a nosotros mismos en los diversos significados que el mundo de los libros nos ofrece. Entonces podremos regresar a lo nuestro, a la tiranía de lo cotidiano, pero con respuestas que hemos leído en la experiencia de otros y que nos permitan formar nuestro propio discurso, es decir, la justificación de nuestra existencia (Vicencio, 2011b).

Felipe gozó la vida. Disfrutó los placeres de la cotidianidad: las frutas de temporada, las pastas, un buen corte a la parrilla acompañado de un buen tequila o tinto. Le agradaban los paseos familiares en el campo, la playa o el bosque. También se divertía cuando asaba carne, y se acomedía en esa faena en su casa o en la de los amigos. Fue un buen conversador y escucha, compartía sus opiniones con asertividad, con buenas y altas dosis de crítica argumentadas e informadas. Le gustaba el futbol y le iba a las Chivas. Hacía de su cámara fotográfica su compañera en sus experiencias personales, familiares y como servidor público. Fue un buen fotógrafo. Pero, una de sus pasiones fundamentales, fueron lucero y sus hijas, “porque escucharlo hablar de ellas era riquísimo”.[1]

También fue melómano, apreciaba y escuchaba a los clásicos, pero Joan Manuel Serrat fue uno de sus cantautores predilectos, junto a la nueva Trova Cubana. Desde pequeño cultivó las artes musicales, aprendió a tocar el piano, la guitarra, y a cantar. También fue compositor y poeta. Martín Faz Mora, un amigo de juventud, escribió:

Quienes lo conocieron en su etapa de político panista, quizá, se sorprenderían de saber la exquisita sensibilidad musical que poseía y, me atrevo a decir, no le habrán conocido a fondo sin haber escuchado sus profundas interpretaciones con la privilegiada voz que poseía […] Felipe musicalizó íntima y virtuosamente algunos versos propios, y de forma brillante y profunda versos de Neruda y León Felipe […] Partícipe de una corriente católica progresista, afincada en la Teología de la liberación, musicalizó a místicos como San Agustín, Carlos de Foucauld y hasta el Salmo bíblico número 15, cuya adaptación por él compuesta a finales de los setenta y titulada, Tú eres mi Señor, es regular y ampliamente interpretada en la liturgia católica hoy día. Así de vasta era su capacidad (Faz Mora, 2012).

Felipe pudo ser un buen arquitecto. Tuvo una inteligencia nata para la composición y el diseño de los espacios físicos. Sabía sacarle provecho a la luz natural de los lugares, al mejor acomodo de muebles, plantas y cuadros. Lograba trasformar los espacios en sitios preñados de atmósferas amables y cálidas, dignos de ser habitados. “le gustaba decir que para él el espacio era una partitura donde podía poner su música, porque el espacio era un lugar donde se musicalizaba la vida”.[2] No fue un arquitecto, pero hizo todo lo necesario y lo que estuvo a su alance para hacer de este país un lugar de vida digno para los mexicanos y jaliscienses a través de su compromiso y trabajo como político y servidor público.

Felipe fue un político de una estirpe en proceso de extinción. En 1996 se incorpora a las filas del PAN, donde fue integrante del Comité Municipal de Zapopan y del Comité estatal. De 1997 a 2000 fue diputado federal en la legislatura LVIII, por el distrito VI, con cabecera en Zapopan. En ese periodo fue miembro de la primera Comisión de Concordia y Pacificación (COCOPA) en Chiapas, abocada al diálogo para los Acuerdos de Pacificación entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el Gobierno Federal. Fue senador por Jalisco en las legislaturas LVIII y LVIX de 2000 a 2006. En esta última participó en la Comisión de radio y Televisión del Senado con una actuación sobresaliente en contra de las reformas a las leyes federales de radio y Televisión y de Telecomunicaciones, la denominada “ley Televisa”. En mayo de 2006, con Javier Corral, quien fuera su amigo y compañero de curul, y otros 45 senadores, promovieron una acción de Inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la nación (SCJN), en contra de 21 reformas que abiertamente violaban 27 preceptos constitucionales. El proceso judicial duró más de un año, y en agosto de 2007 la SCJN dio la razón a ese grupo de senadores.

Fue director de la empresa Medialog Guadalajara, dedicada a ofrecer servicios de información a través del monitoreo de medios de comunicación electrónicos. De 1995 a 1997 fue director ejecutivo y fundador de la asociación de Municipios de Jalisco, AC. En 2008 fue fundador de la asociación Mexicana de derecho a la Información, Capítulo Jalisco, donde tuve el privilegio de conocerlo, trabajar con él y aprender de él. Fue maestro universitario en el ITESO, columnista de La Jornada Jalisco y un prolífico escritor sobre temas diversos. Compartió con generosidad su pensamiento, a través de la escritura de aquello que consideró relevante, a través de un blog que tituló Reflexiones para compartir, que puede ser consultado en http://Felipevicencio.wordpress.com. Los textos más antiguos datan de 1998, y el último que publicó, lo hizo unos días antes de su partida. En la administración del gobierno de Felipe Calderón Hinojosa fue nombrado delegado de la Secretaría de desarrollo Social (Sedesol) por Jalisco, último cargo que desempeñó como servidor público.

Amigos, colegas, periodistas, funcionarios públicos, y personas que lo amaron, dejaron testimonio de su vida, aquí algunos de ellos:

Siempre vi en Vicencio a un personaje clave para el desarrollo político del partido, por su ascendencia panista, algo sumamente importante en el Partido Acción Nacional, por su formación académica, por su arrojo, pero sobre todo por sus inquietudes filosóficas e ideológicas. Ese era para mí Felipe Vicencio (Lara González, 2012).

Felipe Vicencio es de la generación de panistas que lograron la alternancia política en el estado […] dentro de su propio partido era conciliador […] era depositario de la doctrina panista más ligada al compromiso social, sobre todo aquella que veía por los intereses de los más pobres (rocha, 2012).

Felipe Vicencio es de los pocos políticos de los que se puede decir que cruzó el pantano y salió impoluto […] Conciliador como pocos, Felipe sabía ser duro cuando tocaba serlo […] Con la muerte de Felipe, el PAN perdió un gran cuadro pero, Jalisco, un político muy confiable, de esos que hoy hay muy pocos (Petersen, 2012).

Brillante, firme sin dejar de ser gentil, sobriamente cordial, impresionaba por el peso de sus convicciones. Quería a acción nacional (era realmente parte de su familia […] es inevitable preguntarse si queda alguien como él en acción nacional (y en el pri y en el prd y en los otros partidos) […] Felipe Vicencio Álvarez vivió con pasión la política, pero una pasión alimentada por sus convicciones morales (CEPAD, 2012).

Quienes tuvimos el honor de conocer a Felipe Vicencio y de trabajar con él, lo recordaremos como un hombre entregado a sus quehaceres políticos, como un demócrata que participó activamente en la vida pública de México y como una persona comprometida con la causa del derecho a la información (AMEDI nacional y AMEDI Jalisco).

Así, cuando despliego mi pensamiento y mi ánimo para analizar y tratar de comprender el México que ahora somos, no soy tímido al señalar la grave responsabilidad que recae en el “panismo”, pero también procuro no olvidar la trayectoria de alguien como Felipe para recordar que incluso ahí, en esas trincheras, existen personas íntegras y cabales cuyo rostro nos des–ideologiza para alejarnos, como canta Violeta Parra… de rencores y violencia… convocando al… amor con su ciencia (Faz Mora, 2012).

Su búsqueda espiritual estuvo orientada a un sentido hondo y comunitario de la vida. Era profunda y de horizontes amplios. El horizonte de Felipe fue articular su búsqueda en la esfera pública. Su ser espiritual le dio mucha fuerza en su persona. Encarnaba en Felipe un hombre íntegro, consistente, buscador, divertido. Felipe estaba convencido de ciertos principios panistas, y su identificación con el partido no era completa. Tomaba distancia del PAN siendo militante. Había quienes decían que era el más perredista de los panistas.[3]

El 15 de febrero de 2011, Felipe publicó un texto con el título “Muertos” dedicado a su padre Don Abel Vicencio Tovar, y nos dice:

Celebramos a los muertos porque quisiéramos vivir siempre; porque algo de nosotros se fue con ellos y no nos resignamos a perderlo; porque llevamos dentro el anhelo de trascender e intuimos que quienes ya no están en este mundo no se han ido del todo y nos pueden guiar hacia algún lugar mejor. Con el humo del copal y los pétalos de cempasúchitl marcamos el camino para que los muertos vengan. Los guiamos de vuelta para que ellos nos acompañen de ida, porque no nos resignamos a que la muerte —el acto más radicalmente solitario— nos aleje de todo y de todos. Celebramos a los muertos porque en nuestro breve paso por el mundo no conseguimos todas las respuestas. “¿acaso de verdad se vive en la tierra? —se pregunta el sabio náhuatl. No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí. Aunque sea jade se quiebra, aunque sea oro se rompe, aunque sea plumaje de quetzal se desgarra, no para siempre en la tierra: sólo un poco aquí”. La comunión con los muertos nos ayuda a comprender mejor la vida (Vicencio, 2011c).

Recordar a Felipe Vicencio en este Informe Q 2013, representa reconocerlo como a alguien que mediante su trabajo y compromiso cultivó con vigor y anhelo una apuesta por hacer de este país un lugar digno, humano y justo.

Porque la esperanza que se funda en la conciencia de la realidad presente, pero al mismo tiempo en la certidumbre de que puede tener un mejor futuro. Porque se cree en ello, se confía, se espera, a pesar de la inherente incertidumbre del mañana. Pero la esperanza auténtica no es sólo pasiva expectación de lo que vendrá, sino acción, incluso atrevimiento de avanzar a lo que se aspira. Se dice con razón que nadie muere por una idea; sin embargo, cuando se cree firmemente que esta idea puede ser el futuro, sí hay quien dé la vida por ella; en un instante o durante muchos años (Vicencio, 2011a).

Recordarlo es mantenerlo presente en el corazón y en la razón; es aceptar que se ha ido, pero también que permanece. Que su ausencia que se hace presente, nos ayude en la brega sin cejar.

 

[1] Entrevista a Carlos Ramón Ortiz Tirado Kelly, realizada el 1 de abril de 2014.

[2] Entrevista a Carlos Ramón Ortiz Tirado Kelly, realizada el 1 de abril de 2014.

[3] Entrevista a Carlos Ramón Ortiz Tirado Kelly, realizada el 1 de abril de 2014.