La triste historia de los informantes desinformados (o el cuarto de guerra que hacía todo mal)

Vanesa Robles

 

El de “cuarto de guerra” es un concepto choteado. Si uno escribe “cuarto de guerra” en un buscador de Internet encontrará que existen cuartos de guerra en Apizaco, Chiuatempan, Xaloztoc, Zacatelco y en decenas de localidades más de México y América Latina, que oficialmente gozan de mucha paz y extraoficialmente poseen un cuarto de esos. Yo me lo imagino como un sótano oscuro y húmedo, donde un grupo de hombres y casi ninguna mujer se ahogan en el humo de sus propios cigarros mientras, alrededor de una mesa astillada donde las tazas de café se apilan, discuten cuestiones de vida o muerte para la humanidad.

Esta visión se refuerza con un concepto que leí en la red, que se han plagiado lo mismo estudiantes que periodistas que empresarios y blogueros y que repetiré aquí por enésima vez: “War Room se refiere, en términos militares, a un lugar donde el Comandante en Jefe se reúne con sus principales colaboradores, mandos y consejeros, a fin (sic) de definir, desarrollar y dar seguimiento a sus planes de batalla, tácticas de combate y estrategias, antes de ser ejecutadas o descartadas, a fin de enfrentar una situación de conflicto inminente…”.

Una definición más “tropicalizada” es la de Gilberto Pérez Castillo, quien ha participado en algunos cuartos de guerra locales. Con conocimiento de causa, el asesor político los describe como “un equipo de especialistas de la comunicación política”, con la misión de desarrollar tácticas “positivas” y “negativas”. Las primeras pretenden difundir “de la mejor manera” los mensajes de un candidato o del gobierno en turno. A las “negativas” las llama “campañas de contraste” y van contra el enemigo, para defenderse de sus ataques y enfrentar momentos de “crisis”. “Debe ser un equipo debidamente seleccionado y establecido”.

Incluso si uno no es muy listo, intuye que el cuarto de guerra huele, además de humedad, a conflicto y crisis.

En este momento debo confesar que con respecto a este tema había sido muy ignorante la mayor parte de mi vida. Escuché por primera vez war room un día de mediados de septiembre de 2013 ante unos exquisitos chilaquiles del hotel María Isabel, en la calle Montenegro, cuando un amigo muy cercano a mí y al cuarto de guerra del gobierno de Jalisco sacó de un sobre amarillo —el legendario sobre amarillo que existe, lo juro— una ficha donde la fichada era yo. “La hicieron en el cuarto de guerra”, soltó él como si nada y le creí. Se trataba de un par de hojas, mal redactadas, en letras mayúsculas, donde mi nombre y el nombre de algunos compinches resaltaban con negritas. “EL INFORMANTE NOS INFORMA”, ponían literalmente, que la periodista es colaboradora del diario Milenio —mentira, nunca he colaborado ahí. “EL INFORMANTE NOS DICE” que la susodicha tiene reuniones constantes con la srita. Olga Villegas, Olga y Villegas en negritas, editora de Reporte Índigo, para planear temas contra el gobierno de Aristóteles Sandoval —mentira, nos reunimos menos de lo que nos gustaría a tomarnos una cerveza y hablar de tarugadas; nunca en mi carrera de 22 años he escrito sobre políticos o grilla. “SEGÚN NUESTRO INFORMANTE”, pude leer en la ficha, la reportera le vende información al diario Mural, en particular a su director —mentira, no conozco al señor y lo único que he ido a ofrecer a Mural es aretes y anillos de plata, que comercio para completar la quincena; dejé de ir un día que me corrieron: no se aceptan vendedores ambulantes, explicó el policía de la entrada. También estaba, muy en negritas, el nombre de otro buen amigo desde la universidad, que entonces trabajaba para el gobierno del estado y con quien, “DE ACUERDO CON EL INFORMANTE”, yo tendría una especie de pacto malévolo desestabilizador de gobernadores —háganmela buena.

Aquel día me divertí mucho. EL INFORMANTE estaba muy desinformado. Pero luego me entró intranquilidad cuando caí en cuenta de que ese trabajo, tan impreciso por cierto, se paga con mis impuestos y los de otros miles de contribuyentes. “Te pago para que me espíes bien”, diría, burlón, el corresponsal de La Jornada, Juan Carlos Partida, cuando casi un año después de los chilaquiles se supo que el cuarto de guerra también los tenía fichados a él y a muchos otros colegas.

Por la imagen de la habitación ahogada en humo que he desarrollado y perfeccionado en mi cochina cabeza, en parte gracias al filme The Ladykillers, el remake cinematográfico de los hermanos Cohen, y por los errores que describí antes, el término “cuarto de guerra” me parece, además de poco creativo, sobrado para describir las labores de la mesa de estrategia del gobierno de Jalisco, a la que alguien con una soberbia obstinada bautizó como war room.

El 9 de agosto de 2014 los periodistas de la revista Proceso Jalisco Alberto Osorio y Gloria Reza publicaron algunos detalles del funcionamiento del cuarto famoso y los nombres de algunos de sus integrantes permanentes y de participantes esporádicos —Gilberto Pérez Castillo, entre ellos—, unos y otros encabezadas por Alberto Lamas Flores, exdirector comercial de Televisión Azteca y jefe de gabinete del gobernador de Jalisco, el priista Aristóteles Sandoval Díaz.

“Las prácticas diseñadas en el Cuarto de Guerra incluyen la creación de asociaciones civiles para que apoyen causas convenientes al gobierno, la organización de foros ciudadanos para lo mismo y la promoción de campañas negativas en medios electrónicos y escritos”, denuncia Proceso. Según la investigación periodística, “La mesa de estrategia… sucia”, entre miembros del grupo selecto hay desde servidores actuales del gobierno hasta asesores políticos que navegan con la bandera de las causas ciudadanas, pasando por experiodistas seducidos por el poder, como los que salen en las series gringas.

Osorio y Reza describen una de las “estrategias” de The Ladykillers jaliscienses para resolver la crisis de agua que afecta al municipio de Tlajomulco, gobernado por el partido Movimiento Ciudadano (MC) y en cuyos pozos profundos se han hallado cantidades significativas de arsénico —mortal y presente en la mayoría de los pozos cada vez más profundos de la zona metropolitana de Guadalajara. La gran táctica, inmortalizada en una minuta, fue: “Que la [Secretaría de Salud Jalisco] SSJ suspenda el servicio de pozo en la zona de López Mateos, la ac Agua Limpia y Vida Sana dé seguimiento a la queja interpuesta ante la CEDHJ y promover la firma de una denuncia colectiva ante el [Tribunal de lo Administrativo Estatal] TAE”. Todo eso, en vez de promover una investigación que arroje cómo demonios se dotará de agua menos tóxica a los millones que viven en Tlajomulco.

Basados en los reportes de algunas juntas, de las que esta reportera también posee una copia, los lectores de Proceso Jalisco supieron entonces que el talón de Aquiles del gobierno del estado es Enrique Alfaro, en estos días precandidato del MC para ocupar la alcaldía de Guadalajara. Otras minutas hablan de la necesidad de controlar a los habitantes de Temacapulín, la comunidad de Cañadas de Obregón que lucha para que la presa El Zapotillo no inunde sus calles y, junto con ello, el embalse no deseque a la zona de Los Altos de Jalisco, una de las más productivas de alimentos en el país.

Para volver al tema de las fichas y los fichados, varios registros del grupo estratega están dedicados a los periodistas locales que reportan en su trabajo cotidiano casos como el agua con arsénico, la presa El Zapotillo… y las cantidades nada despreciables que el gobierno del estado gasta en los medios de comunicación para publicitar sus logros y, algunas veces, para presionar sobre los contenidos.

Los expedientes de los periodistas tienen información que la mayoría de las ocasiones es obvia, sosa o francamente falsa, como apunta el editor de Proceso Jalisco, Felipe Cobián, en su columna “Partidero” del 6 de septiembre de 2014.

Algunas de las observaciones minuciosas de los servidores públicos del war room sobre varios periodistas son, en el caso de Juan Carlos Partida, que si ya era crítico, ahora tiene más filo; en el de Rubén Martín, que es de izquierda, “generador de pensamiento crítico” —¡Guau! ¡Amenazador! De Sergio René de Dios, coordinador de la carrera de Periodismo del ITESO, el gran descubrimiento de The Ladykillers es que “es suegro del alcalde de Zapopan, Héctor Robles Peiro” y, entre otros, del director del diario Público–Milenio y Diego Petersen Farah, que es hermano del panista Alfonso Petersen Farah —¡Guau otra vez! “Matiza sus opiniones, dependiendo de los temas y de sus intereses”, acusa la ficha de Diego.

Las indagaciones tenaces y prolijas de los del war room quedarían en eso, en chistoretes que nos muestran que los políticos y sus asesores están convencidos de que los ciudadanos organizados y periodistas actuamos todo el tiempo como en un cuarto de guerra; inspirados en el afán de poder o por lo menos manipulados por intereses oscuros, como peones de ajedrez.

Quedarían en chistoretes de no ser porque han motivado el despido de varios periodistas que trabajan en Jalisco, muchos de los cuales prefieren callar para no quedarse desempleados.

Uno de los casos más sonados, porque el protagonista lo hizo público, fue el de Alberto Osorio, el investigador de Proceso Jalisco y quien fue conductor de MVS Radio (101.1 de FM) hasta la segunda semana de septiembre de 2014. No lo despidieron de Proceso, que ha publicado varios artículos sobre el gasto publicitario del gobierno de Aristóteles Sandoval en los medios de comunicación y donde su permanencia no sería negociable; lo corrieron de su empleo alterno en MVS —y vaya que los periodistas necesitamos un empleo alterno. El diario electrónico Proyecto Diez publicó que unos días antes del cese el director en Jalisco de MVS, Jorge Martínez del Campo, se había reunido con Alberto Lamas, quien decide cómo se distribuye la publicidad que el gobierno de Jalisco invierte en los medios de comunicación. “No me despido, me despiden. Esto corresponde a la ejecución de un acto soberano de censura contra la libre expresión”, alcanzó a decir el reportero en su último programa al aire, el miércoles 10 de septiembre de 2014.

Entre la información que el equipo de reporteros de Proceso Jalisco había difundido, con la información que obtuvo después de realizar varias solicitudes a la oficina de Trasparencia del gobierno de Jalisco, estaba que en el primer año y dos meses después de su llegada la administración de Aristóteles Sandoval Díaz gastó, en publicidad, más de 360 millones de pesos, que distribuyó entre estaciones de radio, canales de televisión, diarios formales y pasquines añejos o coyunturales. Una parte de la cantidad fue para proyectos “independientes” de periodismo y para algunas empresas con las que se relaciona a funcionarios públicos, incluso algunos que participan en el mismo cuarto de guerra.

En síntesis, de acuerdo con esta información los jaliscienses, a través de su gobierno, gastaron 25.7 millones de pesos cada mes, en la ejecución de la “táctica positiva” que consiste en presumir que el mandatario de la entidad se ve mejor cuando presume su trabajo que cuando lo hace.

La misma publicación indica que más de una cuarta parte de esta positiva actividad, más de 90 millones de pesos, benefició a las empresas Televisa y Televisión Azteca.

Por lo que ocurrió en el caso de Alberto Osorio y otros colegas que prefieren que no se los nombre, podemos suponer que la positividad incluye el poder de negociación para acallar las voces incómodas. Se desconoce cuánto fue el gasto en las estrategias “negativas” para la situación de crisis o conflicto, entre las cuales estarían la creación de asociaciones civiles priistas y el pago al INFORMANTE desinformado o los informantes, en el caso de que sean varios, que han indagado y redactado información falsa, sosa u obvia del quehacer del enemigo, léase el reportero.

Es importante escribir aquí que los gobiernos priistas no son los únicos que acuden a tácticas de presión contra los comunicadores críticos. En Jalisco durante la administración de Emilio González Márquez (Partido Acción Nacional) e incluso antes, los ciudadanos le pagábamos el sueldo a Alberto Jiménez Martínez “La Antena”, director de área de la Secretaría de Finanzas y antes empleado de la Coordinación de Innovación y Desarrollo, hostigador y difamador de periodistas.

El 5 de diciembre de 2014, durante el Encuentro Internacional de Periodistas, el entonces reportero de La Jornada y hoy subeditor de Reporte Índigo, Mauricio Ferrer, leyó el “Pronunciamiento de Periodistas de Jalisco”, un documento suscrito por 90 comunicadores que expresan su inconformidad por

[…] el peso e injerencia que los grupos políticos que controlan poderes y entidades públicas (Ejecutivo, ayuntamientos, universidades, etcétera) van teniendo en distintos medios de información en el estado. La influencia del poder político, especialmente de quienes manejan los presupuestos de comunicación, se ha traducido ya en casos de ceses y despidos fulminantes, cerrando espacios para periodistas que han divulgado información o comentarios que incomodan al gobierno en turno.

Los periodistas que firmamos el pronunciamiento, la mayoría trabajadores en la zona metropolitana de Guadalajara, responsabilizamos a nuestros propios empleadores de la situación: “Gracias a convenios de publicidad con las empresas de medios, cada vez con mayor frecuencia se hace pasar como algo relevante lo que es en esencia propaganda de un gobierno o un funcionario público. Esa tendencia de introducir gacetillas disfrazadas de notas ocurre en televisión, programas radio, diarios y revistas que se editan en la entidad”. El documento hace patente la preocupación de que las presiones sean mayores durante las elecciones locales de 2015.

Ignoro qué pensaron los del war room del gobierno de Jalisco de ese pronunciamiento. Los imagino puteando a los prójimos, aparentando que no hay que darles tanta importancia, haciendo llamadas a los directores de un par de diarios para saber qué pasó con el reportero Fulano que firmó la carta abierta, mientras apagaban el último cigarro de su paquete en el cenicero, donde no cabe otra colilla.

 

Referencias

Arreola, F. (23 de abril de 2009). El war room de Beatriz Paredes ¡armado por Televisa! Recuperado de http://goo.gl/pvUCVX.

Cobián, F. (6 de septiembre de 2014). Partidero. Proceso Jalisco. Recuperado de http://goo.gl/P6wm0B.

De Dios, S. (31 de marzo de 2011). Periodistas que no se dejan. El Informador. Recuperado de http://goo.gl/6qXb4e.

Despiden a Alberto Osorio en MVS Jalisco, un periodista crítico del gobierno de Aristóteles Sandoval (12 de septiembre de 2014). Proyecto Diez. Recuperado de http://goo.gl/HXlr4a.

Osorio, A., Reza, G. (9 de agosto de 2014). La Mesa de Estrategia… sucia. Proceso Jalisco. Recuperado de http://goo.gl/dZL6O8.

Pérez, G. (3 de octubre de 2011). “Cinco preguntas —y sus respuestas— acerca del War Room (Cuarto de Guerra)”. [Mensaje en un blog]. Recuperado de http://goo.gl/WZUVpc

Pronunciamiento de Periodistas de Jalisco (5 de diciembre de 2014). Proyecto Diez. Disponible en http://goo.gl/xszhoU.