Y a otra cosa mariposa, Xavier

Katia Diéguez

 

El sonido del roce de las cuerdas de nailon retumba en la madera de esa guitarra en la que siempre se escuchaba bossa nova. En la radio, en la televisión y en Internet aún quedan esas ganas de hablar de cultura, de política y la búsqueda constante de la verdad. Xavier Garabito Tovar fue periodista, promotor cultural y músico. Fue un hombre que con su humor y objetividad marcó la pauta en los medios de comunicación, y en cualquiera que lo escuchara o leyera.

Para su familia fue alguien con chispa. La sobremesa se convertía siempre en una charla política bien pensada y divertida. Fue un padre que “No abrazaba con cuentos infantiles sino con historias reales”, recuerda su hijo menor, Pablo Garabito.

Xavier Garabito Tovar vestía siempre de traje. La corbata, el saco y la camisa parecían una manera de insistir en la seriedad de su oficio. Detrás de un par de gafas resaltaban sus ojos pequeños, pero siempre abiertos, sin dejar escapar un detalle. Su sonrisa era frecuente y su voz tranquila, como que cantaba. Xavier siempre quiso ser músico, pero encontró en la palabra y la escritura una manera de darle ritmo a sus ideas.

En sus años como estudiante de Derecho en la Universidad de Guadalajara era otro. Con guitarra en mano, formó parte de la División Cultural de la Federación de Estudiantes de Guadalajara y redactó, dirigió e ideó proyectos culturales. Para cualquier tema artístico decían “¡Háblenle a Garabito!” Su formación musical también comenzó ahí, con su propia banda de rock y luego de bossa nova, su género favorito y el que se convertiría en uno de sus fieles acompañantes.

En la universidad se dio cuenta de su interés por el periodismo. Encontró la poesía y la literatura en Juan Rulfo, Julio Cortázar, Efraín Huerta. Y su voz se llenó de los ritmos brasileños de Caetano Veloso y Vinícius de Moraes. Aunque, eso sí, el humor siempre lo trajo consigo. Fue tal vez en la universidad donde adoptó su manera tan particular de despedirse. “Y a otra cosa mariposa”, decía mientras se alejaba.

Al salir formó parte de los fundadores de Radio Universidad de Guadalajara en el área de Noticieros y Comunicación Universitaria. La primera estrofa de una canción larga, su propia bossa nova.

En la década de los ochenta sus dedos ya eran expertos en la mezcla sensual de ritmos brasileños en la guitarra. También lo eran con la máquina de escribir. Durante 15 años pudo combinar ambas pasiones en la dirección de la Casa de la Cultura Jalisciense, un trabajo que lo llevó a hacer talleres literarios y concursos. Inauguró una videosala donde se proyectaban películas y conciertos en laserdisc, de los primeros discos para reproducir. Incluso tal vez alguno que otro de su colección personal.

Es ahí en donde lo recuerdan sus hijos, el momento en que se interesaron por la música y el cine, y donde conocieron a varios artistas jaliscienses.

Era un hombre ocupado y la convivencia era escasa, pero en sus ratos libres llevaba a sus hijos al cine o les compartía su música. Gracias a él su hijo Pablo conoció a los Beatles y se enamoró de la película Amadeus y la música clásica. Un día, en uno de sus conciertos en el Teatro Degollado, el padre invitó a sus cuatro hijos, Xavier, Cristina, Pablo y Gustavo a tocar con él en el escenario. Su tarea fue rozar la palma rápida y fuerte para llevar el ritmo. Como familia, dijo Pablo, fue la única vez que los unió su música. Garabito era también compositor.

Ese hombre capaz de trabajar en varios oficios consiguió un espacio como comentarista en la cadena XEJB Radio Cultural del Estado. “En contraste” era un programa de análisis político y cultural. Una oportunidad para hablar con libertad. Un anhelo por mantener la crítica.

Garabito actuaba en dos frentes. Era funcionario y promotor cultural en el gobierno, y también periodista y comentarista crítico. “Sé que estaba orgulloso de ser parte del gobierno, trabajar para ellos, y al mismo tiempo poder hacer periodismo. Poder criticar y al mismo tiempo actuar”, dijo su hijo Pablo.

En 1984 le agregó a la lista de oficios la dirección y fundación del Centro Cultural Casa de los Colomos. Similar a su tarea en la Casa de la Cultura, llenó el bosque de notas musicales, brochazos de pintura y cuentos.

Una década después decidió poner las “Cartas sobre la mesa”, un programa que se trasmitía por Canal 7 y que compartía con algún invitado. También consiguió un espacio como editorialista en el periódico El Occidental para hablar de sus autores preferidos, sus inquietudes o intereses.

“Decíamos ayer y si no lo decíamos, lo pensábamos”, era como comenzaba siempre sus columnas. ¿En qué estará pensando Garabito? ¿Qué le faltó por decir?

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“El periodista no puede ponerse al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren. De no ser así, quedaría solo, en un silencio impronunciable”, dijo el escritor Albert Camus.

Garabito lo repitió en 2011 al recibir el Premio México de Periodismo en la categoría Periodismo Cibernético, que entrega la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos, Fapermex. Un hombre que a los 72 años se convirtió en un referente del periodismo digital en el país.

Para llegar a ese punto tuvo que recorrer más de 10 estaciones de radio. Vivir la exigencia de la libertad de prensa y decidir crear su propio camino, uno que lo dejara satisfecho.

Primero, junto con un grupo de colegas fundaron el Club de Periodistas de Jalisco, un lugar para unirse, luchar por su trabajo y crear nuevos proyectos. Su intención era darle voz al periodismo en Jalisco.

Después tuvo que buscar un nuevo espacio. Xavier era un hombre perfeccionista. A diario, antes de ir al trabajo leía sus periódicos favoritos. Siempre La Jornada bajo el brazo. Cuidaba el guion y sus temas al aire. Se aseguraba de que cada anuncio saliera en orden y que el sonido fuera claro. Tal vez la falta de difusión o de espacios a su gusto lo llevaron a buscar otra alternativa.

AlternaPalabra se llamó. Un sitio web que sirvió para trasmitir su programa de radio “Dominio público” que al principio se trasmitía por ondas hertzianas y por web y que terminó siendo solamente cibernético. Era un espacio a su gusto.

Pero faltaban los versos, las melodías y las estrofas. Creó entonces AlterArtes y lo definió como un “espacio abierto para el libre intercambio de ideas”.

Su interés por la tecnología fue natural, y se convirtió en el último verso de esa canción que componía. Las melodías y estrofas que creó durante años se reflejaban siempre con una voz nueva. Su bossa nova de vida.

Xavier fue un hombre que mantuvo siempre la sonrisa. En diciembre de 2015 hizo una reunión de despedida, los doctores no le daban muchos días. Reunió a sus amigos y a su familia para reírse por última vez. La definitiva vino un año más tarde.

Para él, el arte era llevar el sentido común hasta el éxtasis. Esa felicidad que procuró compartir por todos los medios y que al morir, su hijo Gustavo decidió poner en palabras:

Decíamos ayer, lo decíamos siempre, y si no lo decíamos lo pensábamos —aunque no siempre dijimos lo que pensábamos— que es inútil hablar de la muerte, porque sólo podemos referirnos a ella por medio de la vida. Hoy recordamos lo que siempre vivimos contigo aunque, quizá, a veces pocas veces nos dimos cuenta de eso que vivimos contigo. Tu paso por la Casa de la Cultura Jalisciense hizo que la cultura fuera casa para muchos de nosotros. Tu trayectoria por el bosque de los Colomos, donde te vimos, donde te vivimos entre tantos árboles. Árboles exóticos, robustos, árboles de óleo y acuarela, árboles en verso y en prosa, árboles acústicos de seis cuerdas.

Y, sobre todo, tu pasión por la palabra. Alterna palabra que, por tu precisión, nunca fue una palabra alterna, siempre fue una palabra certera, directriz convincente de la razón. Tu palabra generosa que, aun siendo de dominio público, siempre fue palabra íntima, susurrante, privada. En contraste, con la política, siempre encontraste un anhelo, aunque muchas veces quedó en suspiro que nunca abandonaste.

Pero sobre todo, con Alter Artes, alteraste nuestros sentidos —y con tu sentido del arte, a muchos aterraste—. Recordamos y releemos la poesía de tu Huerta, aunque a veces nos hablaste Pacheco del Cardenal, al daltónico de Roque, al Rulfo de Juan, al Sabines de Jaime, al Cortázar de Julio, y, sobre todo, la Paz que encontraste en Octavio. Y todos esos poetas crecieron con nosotros como hermanos, como tus hijos heredados.

Y tu voz, tu voz siempre nueva, tu bossa nova —nuestra bossa nostra— que dominaste orgulloso sin pauta ni academia. Música azul, séptimas y novenas síncopas, que transformaban la madera de ébano en luz sonora, sensual e infinita. Tuviste pocos Vinícius pero mucha doble Moraes. Batman y Jobin, y su Regina, Gilberto, y el Veloz de Caetano.

Víctor Xavier Garabito Tovar, ya en serio, poniendo las Cartas sobre la mesa, y con Sabines te decimos: “No podrás morir. Debajo de la tierra no podrás morir. Sin agua y sin aire no podrás morir. Sin azúcar, sin leche, sin frijoles, sin carne, sin harina, sin higos, no podrás morir. Sin mujer y sin hijos no podrás morir. Debajo de la vida no podrás morir. En tu tanque de tierra no podrás morir. En tu caja de muerto no podrás morir. En tus venas sin sangre no podrás morir. En tu pecho vacío no podrás morir. En tu boca sin fuego no podrás morir. En tus ojos sin nadie no podrás morir. En tu carne sin llanto no podrás morir. No podrás morir. No podrás morir. No podrás morir. (…) Estamos a tu lado. Tu mujer y tus hijos, tus nueras y tus nietos venimos a abrazarte, todos, viejo. ¡Tienes que estar oyendo! No vayas a llorar como nosotros porque tu muerte no es sino un pretexto para llorar por todos, por los que estamos viviendo.”

Padre, Xavier Garabito Tovar, me han dicho que haz muerto, pero mienten. Ignoran que tu sangre corre por mis arterias, tu música suena en mis dedos, tu poesía es mi voz, tus libros están en mi biblioteca, tus bromas siguen en mi sonrisa y tus enseñanzas rigen mis actos. Mientras yo viva tú seguirás vivo. Víctor Xavier Garabito Tovar, vete en paz que aquí te quedas con nosotros. Y a otra cosa mariposa.

Gustavo Garabito Ballesteros