José Luis Puente, el zorro de la foto política (1960–2015)

Susana del Real Ponce

 

Serio, de zapatos de vestir y chaleco de fotógrafo, siempre concentrado en el siguiente clic de su cámara, que apuntaba a los rostros de los principales actores de la política jalisciense. Sus seres queridos, que hoy lo recuerdan, coinciden: José Luis Puente Bocanegra nació para el fotoperiodismo.

Tanto del lado de los medios de comunicación como del lado de las instituciones de gobierno, José Luis fotografió los momentos más importantes de la política jalisciense de las últimas décadas. La política fue su pasión. Cuando no la retrataba, la leía o la platicaba con sus amigos, sobre un juego de dominó o en las reuniones que alargaban sus jornadas hasta por 14 horas.

José Luis nunca se cansaba. Incluso en sus últimos días, cuando le pedían reposo, se escabullía de sus cuidadores para ir a cubrir el Ayuntamiento de Guadalajara. Su hija, Jessica Puente, cedió, ante la insistencia de su padre, a que acudiera a reportear solo de vez en cuando y en taxi. Su vida, él se lo decía, era su trabajo: “Si me sacas de mi mundo, me voy a morir”.

José Luis conoció esa pasión a los 13 años, cuando en su natal Ciudad Victoria, Tamaulipas, su padrino Hermelindo Ornelas lo invitó a colaborar en el periódico El Gráfico. Sus habilidades en las artes plásticas lo enamoraron de la fotografía y durante el resto de su vida José Luis llevaría una cámara al cuello.

Cuando José Luis tenía 18 años se mudó a Jalisco para incorporarse, como fotógrafo, al equipo de comunicación social del entonces gobernador Flavio Romero de Velasco (1977–1983). Repitió el puesto durante la administración de Enrique Álvarez del Castillo (1983–1988), a quien acompañó al entonces Distrito Federal para su periodo como procurador general de la República (1988–1991). Trabajaría luego para el Ayuntamiento de Guadalajara durante el interinato de Alberto Mora López (1992–1995).

Después de su incursión como fotógrafo de funcionarios, decidió regresar a los medios de comunicación. “José Luis fue de los pocos comunicadores que han logrado transitar con dignidad del servicio público a un medio de comunicación”, afirma su amigo Mario Ávila, periodista, quien lo recuerda como un periodista comprometido, humilde y austero. Ávila dice que, aunque su colega pudo haber buscado mantenerse en la esfera política, regresó al periodismo porque deseaba que sus fotos fueran para las personas.

Muchos de los días de José Luis Puente comenzaron de la misma manera: con un café y todos los periódicos que circulaban en la zona metropolitana de Guadalajara. Este hábito de la vieja escuela le permitía planear su propia agenda de trabajo y adelantarse a las noticias. Él sabía en qué cafeterías se reunían los políticos, con quién platicaban en el Congreso y lo que eso implicaba.

Su vida era cazar la foto política. “José Luis sabía cuál era el momento y las expresiones que tenía que captar de cada personaje en un ambiente soso, fotográficamente hablando, como es el de los políticos. Ahí, él encontraba una fotografía distinta todos los días. Las fotografías de José Luis hablaban por sí solas”, cuenta Mario Ávila.

La labor de José Luis pronto dio frutos. En 1996 obtuvo una mención honorífica en la categoría de Fotoperiodismo del Premio Jalisco de Periodismo por su fotografía “Violencia en el Palacio”, que apareció en el periódico Ocho Columnas. Dos años después ganó la categoría con la foto “Parálisis legislativa”, además que llevarse otra mención honorífica por “Primera caída”, ambas en el mismo diario.

Las fotografías de José Luis Puente aparecieron en el Ocho Columnas, en donde comenzó su sección llamada “La lente de Puente”, una compilación de las imágenes de los momentos políticos más importantes de la semana. Cuando laboró para otros medios, como los semanarios Conciencia Pública y El Respetable, el último medio para el que trabajó, esta sección lo acompañó.

Mario Ávila recuerda con tristeza los últimos meses de José Luis, quien falleció a los 54 años. Para Ávila, el caso de José Luis es un reflejo de las precarias condiciones laborales de los periodistas jaliscienses. Con un sueldo escaso y sin un contrato ni ninguna prestación, José Luis enfrentó una enfermedad súbita que lo habría dejado en el desamparo de no haber sido por la rápida intervención de su familia y amigos del gremio.

“Todos los periodistas estamos a expensas de terminar en esas circunstancias. Si no trabajas, no ganas dinero. Te llega una enfermedad, quedas desprotegido y terminas así”, dice Ávila, quien lamenta que los medios, grandes y chicos, se desentiendan de sus trabajadores.

Parco pero sociable. Ávido lector de García Márquez. José Luis Puente fue un hombre reservado sobre su vida privada pero cuyo último deseo fue que esparcieran sus cenizas en el lago de Chapala, que lo había visto ser feliz un día de 1986, cuando se casó con Leticia Rendón.

Cuando su amigo Mario piensa en José Luis se lo imagina en el Congreso del Estado, como un zorro a un lado de los curules. Siempre al acecho. Haciendo lo que deseaba hacer por el resto de su vida: esperar el momento preciso para recortar la realidad de un solo disparo, y convertirla en noticia.