Antonio Venzor Castañeda (1952–2017)

Alfredo Sánchez Gutiérrez

 

Antonio tuvo una extraña puntería para elegir sus fechas de nacimiento y muerte: nació en 1952, el 1 de enero, y cada año celebraba de un modo peculiar la llegada del año nuevo y su propio cumpleaños: abría su casa desde temprano y recibía con un plato de pozole delicioso, que él mismo preparaba, a todos los amigos que quisieran acompañarlo. El desfile de comensales agradecidos, que también aportaban sus propios platillos y bebidas, se solía prolongar hasta muy entrada la noche.

Su muerte también ocurrió en una fecha significativa: el 30 de mayo de 2017, el mismo día en el que se celebraban 43 años de la fundación de Radio Universidad de Guadalajara, la institución que fue su lugar de trabajo en varias temporadas y con la cual tuvo una relación agridulce: su enorme experiencia y talento nunca fueron suficientemente reconocidos ahí y, peor aún, a algún efímero director le pareció que sus servicios eran prescindibles y ya no le renovó el contrato en aquel 2007, cuando laboraba para la revista cultural Señales de Humo y tuvo que dejar definitivamente la radio.

Toño Venzor era un chihuahuense de buen tamaño y corpulencia, de risa fácil y humor agudo, con antecedentes familiares árabes que también se notaban en su fisonomía. Nunca perdió del todo el acento norteño y con frecuencia se refería con orgullo a su tierra de origen. Cuando alguien le preguntaba: “Toño, ¿ese es queso chihuahua?” respondía con agilidad: “Qué, ¿hay de otro?”

Y sí, le gustaba comer, era una especie de sibarita y en la cocina se aventuraba con audacia y eclecticismo; no dudaba en combinar ingredientes aparentemente incompatibles. Contaba que una amiga le dijo: “No temas mezclar colores, ni olores ni sabores”, y gracias a ese consejo se animaba a proponer recetas tan estrafalarias como estas:

• Caldo de res con manzana cocida.

• Tamales de elote con salsa de mango.

• Ensalada de manzana, berenjena, pera, papas, apio y piña al horno.

• Ensalada de ejotes, papas y mango cocidos.

• Cajeta de leche en tortilla.

• Menudo de res con champiñones.

• Sopa de fideo con gelatina de uva.

• Chilaquiles con crema chantilly.

La vida de Venzor trascurrió por senderos diversos. Hizo la primaria en su natal Chihuahua, luego pasó cinco años en Lagos de Moreno donde estudió la secundaria y llevó cursos de latín en el Instituto Vicentino. De ahí se mudó a la Ciudad de México donde se inscribió en el Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos para estudiar filosofía y, al cabo de cuatro años, ya bien entrado en su segunda década de vida, llegó a la Preparatoria 4 de la Universidad de Guadalajara. Al terminar la prepa se metió a estudiar Psicología en la misma casa de estudios.

Desde que estudiaba la preparatoria comenzó su peregrinar en terrenos del periodismo, la redacción, la corrección y la edición por diversas instituciones: El Informador, Bellas Artes de Jalisco, el Departamento Editorial de la Universidad de Guadalajara.

Quizás fue la casualidad la que lo puso en la posición de fundador de proyectos a los que entraba por puro instinto y que por lo regular tenían que ver con la cultura. El día de su velorio varios amigos ahí reunidos hacíamos un recuento forzosamente incompleto de ello: fue fundador del STAUDG, el sindicato de la Universidad pública que agrupa a los trabajadores administrativos y del cual fue el primer secretario de organización; estuvo en el equipo que fundó la Feria Internacional del Libro en 1987, donde fue editor del periódico informativo El Cuadratín, formador de muchos jóvenes aspirantes a periodistas; fue el primer editor de la sección cultural de Siglo 21, el diario que revolucionó el periodismo de Guadalajara; inició y dirigió el suplemento Paraísos Terrenales en el diario El Occidental; estuvo en el equipo que fundó la revista cultural Señales de Humo, en Radio UdeG.

Por si fuera poco, trabajó también en la Unidad de Asesores de la Rectoría de la UdeG, en la Feria de Arte Contemporáneo Expo Arte, en El Colegio de Jalisco, en la Muestra de Cine Mexicano, en la Comisión de Cultura del Congreso de Jalisco y en el Seminario de Cultura Mexicana. También impartió clases y cursos en la Prepa 7, en el CUCSH y en el Colegio de Jalisco.

Pero en todo caso, si algo definió profesionalmente a Toño Venzor fue su interés por la cultura, por la lengua española y el periodismo. Era un aferrado de la corrección en la escritura y un amante de nuestro idioma. Se esmeraba siempre en trasmitir a sus muchos aprendices la necesidad de redactar y escribir bien y se quejaba del poco esmero con la sintaxis que mostraban muchos redactores de periódicos y noticiarios.

Me tocó trabajar con él durante cinco años en el programa “Señales de Humo”, en el que coordinaba la sección informativa, se hacía cargo de instruir a los jóvenes reporteros —casi siempre prestadores de servicio social— y repartir órdenes de información, seleccionaba las notas periodísticas más relevantes del día, él mismo reporteaba algunos actos culturales que se realizaban en la ciudad, hacía reseñas de libros y escribía frecuentes colaboraciones sobre temas de patrimonio cultural, filosofía, artes plásticas, teatro y otros asuntos.

Una mirada a su perfil de Facebook, aún abierto después de su muerte, nos enseña algunos de los temas que le producían orgullo —como las frecuentes menciones a su tierra, Chihuahua— o indignación —la homofobia o los asesinatos de periodistas. También ahí se puede ver la fotografía de su graduación, el 17 de julio de 2012: Toño ya contaba con sesenta años de edad y, fiel a su vocación de no dejar de aprender, llevaba cinco años dedicado a estudiar la licenciatura en Historia. Abajito de aquella foto se puede leer la descripción que el propio Toño hace de ella:

Ganó la mayoría, vestimos toga, compramos anillo, tuvimos acto académico, no quisimos misa, hicimos fiesta y diseñamos nuestro logotipo y todo salió bien y divertido. Una generación de las más numerosas de Historia de la UdeG y con los más altos promedios. Un grupo de egresados atípico, según una querida maestra.

Ciertamente es una curiosa y atípica imagen de Toño como una especie de enorme y amable oso con toga y birrete. Y es que a su aspecto bonachón, a veces con tupido bigote y otras sin él, contribuían, sin duda, su estatura y su corpulencia, si bien la salud lo obligó en sus últimos años a ser cuidadoso con la dieta y bajó de peso. Me temo que sufrió un poco por tener que someterse a privaciones alimenticias, él, tan goloso y buen cocinero como lo fue.

Su discípula y amiga Vanessa García escribió poco después de que se difundió el deceso de Toño que entre los mejores abrazos que ha recibido en su vida estaban los de Venzor, trasmisores de tanto cariño y protección. Cariño que se manifestó con claridad en las redes sociales cuando circuló la noticia de su muerte. Una operación de vesícula, aparentemente sin mayores riesgos pero que se complicó posteriormente, fue la causa de su partida prematura. Tenía 65 años. Quienes lo conocimos como amigo y colega lo vamos a recordar y, claro, a extrañar.