Ernesto Zenteno Covarrubias, un maestro para recordar (1928–2018)

Jimena Aguirre de la Torre

 

“¡Maestro!”, respondía el señor Zenteno con ironía, “¡ya la tengo! ¿A poco cree que voy empezando?” Esta era la respuesta que Julio César Hernández, jefe de información en el diario Ocho Columnas,[1] recibía cuando le decía a don Ernesto Zenteno cómo debía tomar una fotografía (J.C. Hernández, comunicación personal, 25 de junio de 2019). No es que este no preguntara a los reporteros y a los directores qué era lo que buscaban, porque siempre lo hacía, sino que su respuesta, como parte de su carácter bromista, también dejaba entrever algo más serio: que, tras 66 años como reportero gráfico, Ernesto Zenteno Covarrubias sabía cómo hacer su trabajo.

Los codos pegados al cuerpo y una mano sosteniendo la cámara. Un desliz en el enfoque y un dedo sobre el disparador. Para reconocer a un fotógrafo de prensa bastaba con observar que estos detalles ocurrieran al mismo tiempo, pero toparse con don Ernesto Zenteno no era solamente distinguir a un reportero gráfico sino a un fiel testigo de Guadalajara, cuyo nombre no podía ir separado de un “oiga, Maestro”, apodo que cariñosamente se había ganado por parte de aquellos que coincidieron con él.

Ernesto Zenteno nació el 8 de noviembre de 1928 en la Ciudad de México. Lo que sería el inicio de su trabajo dentro de la fotografía ocurrió a la edad de siete años cuando, tras la muerte de su madre, comenzó a trabajar en los laboratorios Fotomateriales de México. Acompañado por Bartolomé Ornelas Martínez, quien durante muchos años laboró en el diario Esto y a quien el fotoperiodista recordaba como su mentor, Zenteno fue adquiriendo sus conocimientos en la práctica cotidiana.

En el año 1942 llegó a Guadalajara. Su comienzo en el periodismo de la ciudad fue en 1944, con su entrada a El Occidental y, un año más tarde, a El Sol de Guadalajara, ambos diarios pertenecientes, en su momento, a la Organización Periodística García Valseca, cadena de su añorado jefe y primer patrón, el coronel José García Valseca.

Tras 36 años de haber realizado coberturas para estos dos diarios, Ernesto Zenteno empezó a trabajar en el Ocho Columnas, donde capturó la historia de Jalisco durante 30 años, hasta su salida del periódico en 2011, cuando este cerró.

Como fotoperiodista, pasaba por todas las secciones y sus actividades del día siempre eran distintas a las del siguiente. Política, sociales o deportes: así como se le podía encontrar en partidos de futbol también se le veía en manifestaciones, ruedas de prensa o en el Ayuntamiento, dice Marco Aurelio Vargas, quien coincidió con él en distintas coberturas entre 1993 y 1997 (M.A. Vargas, comunicación personal, 3 de abril de 2019). Su hijo, Ernesto Zenteno Ortega, quien trabajó con él durante muchos años, afirma que así como en un momento podían estar en una balacera, de repente estaban en una fiesta y luego en un velorio: “Él cubría donde le dijeran, era lo que iba surgiendo en el día y él todo lo disfrutaba” (E. Zenteno Ortega, comunicación personal, 22 de junio de 2019).

Una o dos cámaras, lentes, rollos… De estatura baja y con su chaleco siempre puesto, era común encontrarse al señor Zenteno en las coberturas, cargando con su equipo. La historia de Guadalajara quedó retratada en cada una de las fotografías que conseguía de uno u otro modo. Ya fuera subiéndose a una escalera o a un árbol, el toque del reportero gráfico buscaba algo muy particular: que la fotografía hablara por sí misma.

Julio César Hernández dice que él siempre llegaba temprano a todas sus asignaciones: “Le gustaba llegar antes, conocer el terreno. Si llegaba a un evento donde había personas, él empezaba a tomar fotos para el archivo, que no fueran nada más pose en el presídium, sino activas, de personas platicando o haciendo gestos” (J.C. Hernández, comunicación personal, 25 de junio de 2019).

Su perseverancia por darle vida a su trabajo es recordada por su hijo, a quien alguna vez su padre le comentó: “Siempre hay que tomar las acciones, a tu alrededor siempre hay, pero hay que buscarle. No nada más la cámara se mueve el frente, también para abajo, para arriba, para los lados”.

Capturar la imagen como tuviera que hacerlo. El objetivo de Ernesto Zenteno era cumplir. Mario Ávila, quien fue su compañero en El Occidental y más tarde en el Ocho Columnas, lo describía como una persona fuerte y decidida, proveniente de una disciplina en la cual las órdenes de trabajo tenían que ser cumplidas sin ningún pretexto: “Podía faltar el reportero, pero no el gráfico, porque este tenía que llevar la imagen de la inauguración, de cuando están cortando el listón o del gol cuando lo anotaron” (M. Ávila, comunicación personal, 8 de abril de 2019).

Esta responsabilidad la encontró su hijo Ernesto Zenteno Ortega, quien descubrió en su papá a un mentor: “Con todas las cosas que hagas, cumple, porque esa es tu tarjeta de presentación. No hay necesidad de que te ande recomendando gente, tú mismo te vas a recomendar”, le decía.

Ávila lo recuerda como un maestro que, en un principio, era celoso de su trabajo. Cuenta una anécdota en la que una vez Zenteno lo recibió con los codos: “El truco era al momento de tomar la foto, levantar los codos y taparles a tus compañeros […], y esa me la aplicó una vez: levantó los brazos y me jodió mi foto”, narra entre risas. “Si antes era un compañero de cámara que quería sacar la mejor foto y te ocasionaba alguna agresión, era porque su objetivo era cumplir, cumplir de la mejor manera y mejor que los demás”, comenta Ávila que, admirado por su disciplina y responsabilidad, nunca le reprochó.

Cuando volvió a encontrarse con Zenteno en el Ocho Columnas, ya con más de 60 años, era muy distinto: generoso con sus compañeros y enseñando trucos y tácticas, se preocupaba por las coberturas de las órdenes de trabajo
y preguntaba a sus compañeros en dónde se sentían mejor, mientras daba cuenta de sus habilidades.

Mario Ávila narra un acontecimiento que sin duda hizo a los fotoperiodistas poner los pies sobre la tierra: la transición de lo análogo a lo digital. Con nuevas técnicas y periodistas más jóvenes integrándose, las “magias que solo sabíamos los que utilizábamos cámaras análogas ya no servía, lo tuvimos que tirar todo a la basura”. Zenteno llegó así. Pero lo realmente importante fue que sobrevivió.

Varios de sus compañeros dejaron el periodismo, pero él se adaptó a las nuevas tecnologías, informando a través de una imagen sin importar cómo tuviera que hacerlo, dice Raquel Flores, quien, tras convivir con él entre los años 2008 y 2011 en el diario Ocho Columnas, admiró la pasión con la que realizaba su trabajo (R. Flores, comunicación personal, 8 de abril de 2019).

Con 66 años de trayectoria periodística, Ernesto Zenteno seguía encerrando a un veinteañero en sus “sesenta y tantos años”, como así les respondía a los compañeros que recibían un número distinto cada vez que le preguntaban por su edad, la cual escondía tras su vitalidad y amor por la fotografía, como tienen presente Alejandra Díaz y Laura Gutiérrez, que trabajaron con él en el Ocho Columnas.

Además de ser recordado como un excelente fotógrafo, Ernesto Zenteno era querido y respetado. Ya fueran reporteros de El Occidental, del Ocho Columnas o de cualquier otro diario, a Zenteno se le refería como “el Maestro”. Su pasión por la fotografía iba de la mano con enseñarla, y sus años de experiencia le valieron el conocimiento de técnicas que nunca dudó en compartir.

“Maestro, ¿aquí cuánto le doy?”, le preguntaban sus compañeros a Zenteno, cuenta su hijo, que recuerda cómo tras algún consejo brindado por su padre los otros fotógrafos iban con él a decirle: “Oiga, su papá tiene un exposímetro en su vista, pero bien atinado”.

Juan Carlos Núñez, quien era reportero del diario Siglo 21, lo recuerda con respeto y agradecimiento: “Cuando uno va empezando, que alguien te tienda la mano de esa manera es importante, porque no necesariamente todos tienen esa actitud de apertura con los nuevos” (J.C. Núñez, comunicación personal, 24 de junio de 2019).

Durante las coberturas, toparse con el fotoperiodista significaba escuchar anécdotas, recibir alguna broma o algún consejo. En un coche Falcon color tinto, como describe Laura Gutiérrez, y con su cabeza apenas asomándose por lo bajito que era, se reconocía al señor Zenteno, quien en varias ocasiones daba ride a sus colegas (L. Gutiérrez, comunicación personal, 21 de junio de 2019). Juan Carlos Núñez, quien coincidió con él en los trayectos entre un evento y otro, recuerda las pláticas que este compartía de su trabajo como fotógrafo.

Sus años como reportero gráfico no solo le valieron para conocer a periodistas de su generación y de generaciones posteriores, sino que políticos, empresarios y personajes públicos fueron captados por su lente. Cuando Guillermo Gómez Sustaita entrevistó a Ernesto Zenteno en 1996 con motivo de sus 50 años de trayectoria, este ya había visto trascurrir a 10 gobernadores de Jalisco, 19 alcaldes de Guadalajara y cuatro cardenales (Gómez Sustaita, 1996).

Esta experiencia llevaba a que algunas asignaciones fueran especialmente para él, dice Julio César Hernández, que recurría a Ernesto Zenteno cuando él era la única persona a la que le dejarían tomar fotos, porque ya lo conocían.

Cuando tomaba fotografías en las coberturas Zenteno era serio, trataba de explicarle a sus compañeros que había que fijarse en uno y otro para que todos pudieran trabajar, ya que para él cada momento era irrepetible y por eso su concentración absoluta era fundamental.

Fuera del trabajo era una persona a la que le gustaba bromear. Su llegada a la redacción del Ocho Columnas significaba entregar sus fotografías y, entre chistes y carrilla entre ellos, recuerda Alejandra Díaz, cuando lo ayudaba a descargar su material. Cuando ella le hacía alguna sugerencia y señalaba alguna fotografía que le gustaba más, este le decía “A ver, ¿quién la tomó?” “Usted”, respondía Alejandra. “¿Y quién sabe más?, preguntaba Zenteno. “Usted” era nuevamente la respuesta. “Ah, bueno pues usted decida”, terminaba ella, bromeando (A. Díaz, comunicación personal, 9 de abril de 2019).

“¿Algo más, Maestro?”, escuchaba Julio César Hernández decir al fotógrafo cuando este había acabado. Tras entregarle una serie de fotografías, no únicamente de los eventos que cubría sino con referencia a los temas
de los
que se hablaban en ruedas de prensa o en alguna de sus variadas asignaciones, Hernández tenía la confianza de tener la foto exacta para la nota. Siempre con la disposición de saber si algo más faltaba, Ernesto Zenteno “terminaba si tú le decías que no se ofrecía nada”.

El compromiso del reportero gráfico por cumplir una orden lo llevó a poner en peligro su vida en varias ocasiones. Golpizas, intentos de homicidio y amenazas (Gómez Sustaita, 1996) fueron algunos de los riesgos que se le presentaron. Recuerda Zenteno Ortega cuando su papá le contaba el día que quedó atrapado en una mina en Guachinango, Jalisco, junto con un doctor y otras tres personas, después de que la entrada se derrumbara. “El médico les decía que no se desesperaran, que tomaran poco aire para tener reserva, les decía que había gente afuera que sabía que estaban ahí y que iban a rescatarlos. Ya cuando mi papá vio una luz chiquitita, como si fuera un ventanal, le dio gusto poder salir”, cuenta.

Si Ernesto Zenteno seguía con su trabajo a pesar de estas circunstancias era porque para él había una satisfacción muy grande en dejar un registro de lo que estaba pasando, cuenta su hijo. Y así fue. Su trabajo como reportero gráfico fue reconocido en la edición 2008 del Premio Jalisco
de Periodismo, cuando este tenía poco más de 60 años de carrera periodística y se desempeñaba en el diario Ocho Columnas. La presea “Despertador Americano”, que se le otorgó por su amplia trayectoria “registrando imágenes de la historia contemporánea de Jalisco” (El Informador, 2018), fue un motivo de orgullo tanto para sus compañeros como para la casa editorial en la que trabajaba.

Tanto Alejandra Díaz como Mario Ávila fueron consultados sobre los merecimientos de los candidatos propuestos para ese reconocimiento: “No iba a dudar en decir todas las bondades del profesionalismo, la dedicación, la honorabilidad y lo cumplido que fue siempre el señor, trabajando en un medio de comunicación”, recuerda Ávila.

El fotoperiodista, siempre al pie del cañón, compartía su trabajo con sus hijos. Zenteno Ortega recuerda haber acompañado a su papá a las coberturas desde que tenía cinco años, la impresión por lo que su padre veía y capturaba en su acontecer diario dejó una admiración tan fuerte que hizo que tanto él como otros dos de sus hermanos continuaran con su legado y dedicaran su vida a la fotografía periodística.

Antes de que cerrara el periódico Ocho Columnas sus hijos le preguntaban por qué no se retiraba. La respuesta que recibían era la misma que le dio a Gómez Sustaita en 1996: “Lo que deseo es caer, cuando llegue el día, con la cámara en la mano”. Y así fue, Ernesto Zenteno salió del diario en el año 2011, poco antes de que este cerrara.

Después de más de 60 años como reportero gráfico, la enfermedad de Zenteno fue dejar de trabajar. Al dejar de estar tan activo, como acostumbraba, comenzó a sentirse desganado, dice su hijo, que aún recuerda las palabras del médico: “Su papá no tiene nada, tiene una depresión que le ha de haber llegado por el retiro de tantos años en un periódico”.

Casi al final de su vida empezó a perder la memoria, cada vez caminaba más despacio y hablaba menos. Antes de morir, cuando todavía estaba en sus cinco sentidos, su familia miraba cómo Zenteno los señalaba con dos dedos, como si estuviera haciendo el símbolo de “amor y paz”. Cuando uno de sus hijos le preguntó qué era lo que quería decir, el Maestro contestaba “siempre juntos”.

De la mano de Lupita, su esposa, a quien nunca dejó de mandarle besos, y junto con sus hijos Ernesto, Concepción, Ricardo, Eduardo, Fernando, Jesús y María Eugenia, Ernesto Zenteno murió el 21 de febrero de 2018, en familia y con la promesa de un “siempre juntos”.

Tras la muerte de su papá los contactos de los compañeros que alguna vez tuvo se perdieron; sin embargo, Ernesto Zenteno Ortega pudo comunicarle la noticia a José Luis Jiménez Castro, reportero y amigo suyo. En el velorio sus hijos quedaron impresionados: la gente no cabía en la funeraria.

Ernesto Zenteno Covarrubias no fue únicamente un fiel testigo de Guadalajara, cuyo paso por la ciudad quedó registrado en cada una de sus fotografías, sino que, además, fue una persona muy querida y un ser humano al que se le profesaba mucho respeto. Su amabilidad, ayuda y enseñanza serán recordadas por aquellos que lo conocieron y su trabajo, conservado en un archivo que atesora su familia, quedará como un legado para el fotoperiodismo.

Hay quienes no nacen para ser periodistas y a la primera oportunidad se cambian de bando, dice Mario Ávila, pero don Ernesto Zenteno no lo hizo: “Él sabía lo que se pagaba, sabía las condiciones de trabajo, sabía que las jornadas no son de ocho horas y a él no le importó trabajar 10, 12, 14 horas, teniendo 15, 20, 40 o 65 años, él trabajaba las jornadas al mismo ritmo”.

El que nace para periodista va a ser periodista toda la vida. Bastaba con ver a Ernesto Zenteno para reconocer que él traía el periodismo en la sangre. Con la vitalidad con la que capturaba cada momento encerraba a un veinteañero en sus sesenta y tantos años, y cada una de sus enseñanzas se seguirá asomando en la vida de aquellos que alguna vez lo llamaron con un “oiga, Maestro”.

 

Referencias

El Informador (2008, 12 de diciembre). Premian trabajos que denuncian injusticia e indolencia oficial. El Informador. Recuperado de https://www.informador.mx/Jalisco/Premian-trabajos-que-denuncian-injusticias-e-indolencia-oficial-20081212-0339.html

Gómez Sustaita, G. (1996). El privilegio de captar la historia. En 33 tapatíos y Guadalajara. Ciudad: Editorial.

 

[1] Jefe de información del diario Ocho Columnas de 1988 a 2010.